Fundó la ciudad el día del apóstol Santiago, patrono de EspañaPor eso la capital venezolana se llama Santiago de León de Caracas y su símbolo es un león que muestra orondo el escudo de su ciudad .
El vocablo Caracas corresponde a una planta rastrera, parecida al bledo, de la que se alimentaban los toromaymas –aborígenes habitantes del valle para la época- porque crecía silvestre en la zona. A los españoles se les fijó el vocablo en la memoria de tanto oírlo por parte de ellos. De allí comenzaron a llamar a los indígenas del valle “los caracas”.
Diego de Losada (1511-1569) funda Caracas luego de varios intentos fallidos por parte del conquistador Francisco Fajardo, hijo éste de un español con una indígena, combinación de pareja que fue la más frecuente durante las primeras décadas del siglo XVI y que inició el mestizaje en América y el prototipo de un personaje que se delineará en el tiempo: el criollo. Uno que no es de la península, pero tampoco es un aborigen.
Los pobladores originarios eran entre 10 mil y 30 mil en la zona extendida más allá del valle de los toromaymas e iban a hacer resistencia. No en balde el valle fue el más difícil de conquistar, en razón de lo aguerrido de sus pobladores y de las huestes que lo habitaban.
La historia se remonta casi cinco siglos atrás, específicamente al año 1567, cuando el español Diego de Losada dio continuación a una orden emitida en 1563 en la cual se ordenaba la reedificación y reinauguración del inmenso valle venezolano, luego del despoblamiento de San Francisco.
Hoy Caracas, la ciudad capital, una de las más hermosas y con mayor registro histórico en toda Latinoamérica, está cumpliendo 451 años de fundada y, a pesar de estar sumida en un mar de problemas, celebra un año más de vida. Los graves problemas, la crispación de sus pobladores, la soledad en que la ha dejado la diáspora, el deterioro y el olvido hacen que Don Diego, personaje central de cada cumpleaños citadino, no se mencione esta vez.
Caracas fue creciendo y hoy, si no se cuenta la historia de sus memorables esquinas, no se entiende la ciudad. Cada esquina guarda una historia, una referencia y hasta una razón para recordarla, reconocerla y quererla. Además de Caracas, sólo la ciudad de Mérida -Yucatán, México- es reconocible por su demarcación en esquinas. Algunas de las más famosas son:
Esquina de Angelitos: Cuenta la leyenda que el presidente (José Antonio) Páez frecuentaba la casa de una mujer ajena que estaba por esta zona y, para protegerse las espaldas, cada vez que iba a visitarla mandaba a sus militares a que le “cantaran la zona” (le advirtieran). A estos guardias que acompañaban a Páez en el menester se les llamaba “Angelitos”.
Esquina de Ánimas: En la Caracas del siglo 19 se contaba que, cuando la oscuridad llegaba al sitio, se podía escuchar un coro de voces fúnebres. Unos curiosos salieron a ver de qué se trataba y se llevaron tremenda sorpresa: eran unas sombras con túnicas blancas que llevaban hachas encendidas y que solían identificarse como “Ánimas del Purgatorio”.
Esquina de Carmelitas: En el año de 1725 vivía en una casona, situada al sur de la iglesia de Altagracia, doña Melchora Josefa de Ponte y Aguirre, quien para aquella fecha solicitó y logró del Rey, convertir su morada en un convento dedicado a las “Carmelitas Descalzas de Santa Teresa”.
Esquina de Cristo al revés: Se comenta que, en esta esquina, vivía un zapatero que cosía muy artísticamente tanto las zapatillas de tacón Luis XV como las botas de los soldados. Luego que un colega se instaló a pocas casas, el primer zapatero colocó de cabeza a un Cristo para presionarlo a que le alejara al competidor.
Cada esquina tiene una tradición y un atractivo. La bioanalista Sofía Selgrad, apasionada de Caracas, ha devenido en guía de la ciudad. Se sabe de memoria las fechas, se conoce los lugares como si de su casa se tratara y recorre las rutas con los ojos cerrados. Empeñada en reconciliar a la gente con su ciudad, asegura que su trabajo tiene un propósito: “Nosotros pensamos que contar la historia de la ciudad tiene un poder que empodera a la gente. Se genera arraigo y un vínculo emocional con el patrimonio. Y es la única manera en que nosotros podamos defender nuestra ciudad, conociéndola”