La reina Victoria, monarca inglesa, es conocida por muchas cosas: la prosperidad en su reinado, su longevidad como reina (solo Isabel II la supera), el cultivo de las artes y la ciencia, y hasta la devoción a su esposo Alberto (a quien le guardó luto por más de 40 años).
Sin embargo, pocos saben que ella también es gran responsable de que actualmente las novias utilicen un vestido blanco el día de su boda, al punto que, más que una costumbre, pareciera casi una obligación.
Cuando la Reina Victoria tenía 20 años y planeaba casarse con el príncipe Alberto, las novias solían usar trajes de colores vistosos (particularmente rojo) que podían reusar para otras ocasiones. Pero ella insistió en el blanco, no porque representara pureza (que es un significado que se le dio después), sino porque era el color que más hacía resaltar el hermoso encaje que había seleccionado para la confección de su traje.
Asimismo, la biógrafa Julia Baird cuanta que la monarca inglesa pidió que nadie más, excepto sus damas de honor, vistiera de blanco para la celebración, ya que ella quería asegurarse de destacar de todas las maneras posibles.
A pesar de que no fue la primera en el Reino Unido en usar este color el día de sus nupcias, sin duda eran muy pocas las que lo hicieron con anterioridad; de hecho, era algo reservado para las mujeres de clases pudientes y denotaba que sus familias tenían suficiente dinero para mandarlo a lavar.
Aún así, a pocas les gustaba usarlo porque también era un color de luto y lo consideraban de mala suerte (por ejemplo, cuando María I de Escocia se casó en el siglo XVI vestida de blanco, fue muy cuestionada y hasta dijeron que había sido la maldición que había matado a su esposo).
De elección personal, a costumbre internacional
Victoria y Alberto se casaron en 1840 y, aunque todavía no existía la fotografía en esa época para retratar el hermoso vestido, se hicieron varias pinturas (muchas de ellas plasmadas en pequeños souvenirs de la boda real) y la descripción salió en infinidad de periódicos.
Después de esto, muchas mujeres quisieron copiar el estilo de la monarca (tal y como sucede hoy en día después de una boda real) y, pocos años después, una famosa revista femenina aseguró que el blanco era el color más favorecedor (sin importar el material) y, además, declaro: “Representaba la pureza e inocencia de una chica que acababa de ser la escogida”.
Probablemente esta revista tomó esa connotación de los colores litúrgicos de la iglesia (aunque no hay prueba de ello), pero resulta curioso que primero las novias usaran mucho rojo (que era antiguamente el color de la vestimenta papal) y luego se cambiaran al blanco (como también lo hizo la vestimenta del Papa).
El segundo vestido
Otro dato curioso es que, 14 años después de su boda y ya con el invento de la fotografía, la reina Victoria quiso hacer de nuevo su ceremonia para guardar el recuerdo.
Su vestido original no estaba en condiciones para ser usado nuevamente, así que se mandó a hacer otro de color crema. Pero esta vez no puso tanta atención en el color, sino en los materiales.
Por ejemplo, la tela era seda de Spitalfields, que era el centro industrial inglés de este tipo de textil (recordemos que con ella se llevó a cabo la revolución industrial); nuevamente utilizó encaje para su velo, para fomentar la industria de esta tela, y el patrón de su encaje fue destruido para que nunca fuera copiado; además, se adornó con flores naranjas para simbolizar fertilidad y prosperidad.
Asimismo, como las mujeres de su época, aunque fuera de la realeza, re-utilizó algunos elementos de su vestimenta nupcial el resto de su vida. Por ejemplo, el velo de encaje lo utilizó en el bautizo de sus nueve hijos, para su retrato oficial del jubileo de diamante y para la boda de su hijo Leopoldo.