El orgullo daña muchas cosas, incluso el amor¿Quién no ha sentido nunca esa sensación terrible de querer pedir perdón, pero siente una “fuerza” más grande dentro de sí que le impide disculparse?
Que tire la primera piedra quien nunca ha ignorado cuando, en realidad, quería prestar atención. Quien tiene dificultades en dar su brazo a torcer en una pelea o en ser el primero en confesar que se equivocó.
Lo que pasa es que el orgullo daña muchas cosas. El orgullo te hace perder a quien amas, te hace perder oportunidades y también personas.
El orgullo te hace volverte alguien difícil de ser amado, alguien que, por más que el otro insista, se vuelve cada vez más difícil de resolver conflictos, de dialogar y de hacerlo bien.
El orgullo daña el amor, la amistad, el trabajo. Porque no hay nada peor que lidiar con alguien orgulloso, que no sabe reconocer cuando está equivocado, que no sabe pedir disculpas, que no sabe mirar a los ojos y decir que siente nuestra falta y que nos ama cuando no merecemos ser amados.
Es difícil porque, cuando estamos mal, enojados, no siempre tenemos el valor de volver atrás, de intentar arreglar las cosas, y todo se vuelve peor cuando el otro no colabora – y entonces la gente se cansa. Cansa insistir, pedir disculpas cuando el otro sigue haciendo jueguitos y es indiferente.
Ten cuidado, porque el orgullo puede hacerte perder muchas cosas: el amor de quien te ama completamente, el abrazo de quien te acoge al final del día, el beso de quien besa con el alma, la sonrisa de quien transforma tu mundo.
Cuidado porque el orgullo te vuelve otra persona. Alguien dominado por la rabia y por el impulso. Alguien que no sabe perdonar, que no sabe resolver las cosas y que, en esos momentos de orgullo, parece que no sabe amar.
El orgullo puede hacerte evitar decir cosas bonitas, decir palabras agradables en ese día cansado en que el otro necesita mucho un gesto de nuestro cariño. Ese orgullo bobo puede distanciarte de a quien realmente le importa, de quien haría todo para que las cosas salgan bien.
Y aunque no puedas elegir no sentir eso, tienes la opción de no permitir actuar con orgullo. Tienes la opción de oír a quien quiere hablar, de perdonar a quien pide perdón, de disculparte cuando te equivocas, porque, lo creas o no, eso es bonito. Siempre tendrás la opción de no dañarlo todo.