El 7 de agosto la Argentina celebra una de sus festividades religiosas más importantes. Y no se trata ni de un santo argentino ni de uno contemporáneo a su historia.
Porque el año que asesinaban a los padres de Cayetano de Thiene, los primeros cristianos recién llegaban a América. Tenía 12 años. Miembro de una ilustre familia, Cayetano no sufrió de joven los problemas que cientos de miles llevan hoy, año a año, hasta sus pies en su santuario de Liniers, en Buenos Aires.
La capital argentina ni siquiera existía por aquellos años en los que el presbítero Cayetano consolidaba la orden de los Teatinos. Cuentan que como sacerdote vivió la caridad al extremo, guardando nada para sí y dando todo para el prójimo.
Pero aún así, que el sacerdote italiano Cayetano de Thiene, san Cayetano, sea uno de los emblemas de la religiosidad popular argentina es un fenómeno que puede contemplarse e intentar entenderse solo desde una mirada de la Fe.
El santo de la Providencia
Es cierto que los historiadores identifican en la beata Mama Antula una de sus impulsoras, que veía en San Cayetano a un aliado en su confianza en la Divina Providencia. Pero desde entonces, y especialmente a partir de la crisis de 1929, la popularidad del santo italiano del siglo XV ha ido creciendo a partir de cada historia personal y familiar que ha tenido con cada argentino.
Y creció tanto que es casi innegable que es parte de la cultura popular argentina, no tan solo la religiosa. A San Cayetano a pedir trabajo. A San Cayetano a agradecer por el trabajo.
No ha sido tan terrible el invierno este año para las familias que acampan desde días antes de la apertura del templo, a la medianoche, en el primer minuto del 7.
El infaltable mate paleando el acampe y el rosario tras rosario fueron los infaltables para las familias que guardaron sus lugares desde el 29 de julio. Suelen ser días de reencuentro entre ellas, que año a año regresan a pedir o agradecer por el pan y el trabajo. Algunos, son peregrinos asiduos desde hace más de 20 años. A cuatro horas de la apertura formal del Santuario para la Festividad, había más de 600 metros de cola.
Festividad imperdible para Jorge Bergoglio durante sus años en Buenos Aires, se celebra con intensidad no sólo en el santuario de Liniers, sino también en cada rincón del país donde hay un santuario o un templo a él dedicado. Y en cada casa. La estampa en cada hogar o coche suele estar abrochada a una espiga, símbolo del pan, tradición que se remonta a la crisis del 29.
Es que San Cayetano no es simplemente receptor de pedidos de pan y trabajo. Es, como definía una peregrina, de las primeras en llegar a la edición de este año, un amigo fiel. Un amigo fiel de los argentinos. San Cayetano podrá haber nacido en Italia siglos antes de que exista este país sudamericano, pero ya es parte del ADN argentino.