Con el proyecto de ley rechazado, no se debiera poder presentar uno nuevo hasta el año que viene. El país del papa Francisco sigue consagrando el derecho a la vida desde el momento de la concepción.Tras una maratónica sesión de más de 16 horas el Senado argentino rechazó el proyecto de ley que contaba con media sanción de la Cámara de Diputados y hubiese legalizado el aborto en la Argentina. Fue por 38 votos a 31, con dos abstenciones, y una ausencia.
No hubo sorpresas con respecto a lo que los senadores ya habían anunciado votarían. No hubo giros repentinos, como sí había ocurrido en la Cámara de Diputados. Desde todas las plataformas, hubo votos a favor y en contra, confirmando la transversalidad de las opiniones en todos los partidos. Oficialistas, peronistas, radicales, desde todos los frentes, hubo rechazos a un proyecto que los senadores juzgaron, más de uno, como “malo”.
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El Proyecto, expresaron varios, pasaba de considerar al aborto un delito a consagrarlo un derecho; de penalizar al médico que hiciese un aborto, a penalizar al profesional que no lo hiciese. Muchos hicieron referencia a la inconstitucionalidad y a las consideraciones que hay en la carta magna y los tratados internacionales suscriptos sobre el cuidado de la vida desde el momento de la concepción. También a la arbitrariedad de considerar el aborto libre hasta la semana 14, entre muchos otros argumentos.
Durante la discusión, algunos senadores sostuvieron que hubiesen apoyado un proyecto de despenalización del aborto en algunas condiciones, como actualmente habilita un fallo de la Corte Suprema de Justicia a partir de un artículo del código penal. En la insistencia de los promotores del proyeto por sostener un texto que iba hacia una legalización más allá de una despenalización, y que previsiblemente hubiese sido judicializado, se encuentran algunas de las claves que explican el resultado.
Fue conmovedora la presencia de ciudadanos pidiendo por la vida en las calles frente al Congreso de la Nación. Estoicamente enfrentando a la lluvia, el frío, el viento. Los medios de comunicación incluso reconocieron que entre los grupos a favor de la legalización del aborto y los grupos a favor del cuidado de las dos vidas había más paridad en cuanto a cantidad de asistentes de lo que había sido la sesión en la Cámara de Diputados.
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La vigilia complementó lo que fue una serie de manifestaciones públicas en todo el país, muchas de ellas con decenas de miles en las calles, con consignas como Vale Toda Vida o Cuidemos las Dos Vidas. Muchos senadores argumentaron su postura en contra del aborto a partir de lo que habían percibido era la voluntad mayoritaria de los ciudadanos en sus provincias. Pudieron ver más allá de lo que los medios nacionales expresaron, medios que en muchos casos omitieron por completo informar de la contundencia de las manifestaciones en el interior, dando más prioridad informativa a expresiones de algunos referentes artísticos. Como algunos senadores señalaron, se subestimó la voz de los argentinos alejados de las grandes urbes.
Fue igualmente conmovedora la Misa en la Catedral de Buenos Aires, celebrada por obispos de todo el país y el Nuncio Apostólico, mientras los senadores discutían el proyecto. No cabía en el templo un alfiler. En su homilía, el cardenal Poli elogió el ejercicio democrático del debate, en el que confluyeron voces a favor y en contra del proyecto. “Pero los únicos que no tuvieron la oportunidad de hacerse escuchar son los niños que luchan por nacer y entrar al banquete de la vida”, recordó, y completó: “El corazón y la razón se revelan ante tamaña injusticia, porque los no nacidos tienen derecho de participar de nuestra historia, de pertenecer a una Nación –suelo en que se nace–, donde hay lugar para todos y nadie sobra”.
“Nos tenemos que hacer cargo de que debemos multiplicar espacios solidarios, de contención y ayuda concreta: que haya casas donde las jóvenes mamás embarazadas sean recibidas con el abrazo materno de mujeres que tuvieron la alegría de concebir, a pesar de todo”, instó el Arzobispo de Buenos Aires, a la vez que lamentó que la discusión, “ha sido causa de nuevas divisiones en la comunidad nacional y una vez más, se debilita el equilibrio para mantener la deseada paz y amistad social”.
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Como hicieron saber muchos senadores en sus exposiciones, abundaron durante estos meses muchas expresiones de odio y violencia. A quienes se han opuesto al aborto se los ha llamado retrógrados y medievales, entre otros calificativos. Se ha fustigado a quienes han hablado desde sus convicciones personales, y comentarios despectivos hacia quienes profesan religiones incluso en el recinto. Se han realizado pintadas a templos y proferido blasfemias. “Se ha denostado como nunca en la historia a los católicos”, clamó la senadora Silvia Elías de Pérez sobre el final de la sesión. También hubo injustificables agresiones a quienes han promovido el aborto. Más allá del ejercicio democrático del diálogo, se vivió en la Argentina un clima de mucha tensión.
Con el proyecto rechazado, no se debiera poder presentar el proyecto de ley hasta el año que viene. Medios periodísticos aseguran que por ser el 2019 un año electoral no habría oportunidades de que el proyecto llegue al recinto. Por lo que recién en 2020, y con un nuevo período presidencial y una renovación parcial del senado, podría volver a ser tratado.
Mientras tanto, la Argentina sigue consagrando el derecho a la vida desde el momento de la concepción. Gracias a 38 senadores que oyeron el clamor de argentinos de todo el país, argentinos que contra el desprecio de muchos rezaron, caminaron, marcharon, escucharon, hablaron, innovaron, pusieron muchos recursos que de por sí escasean, y renovaron y asumieron compromisos ante dramas ante los que no se puede pasar de largo.