Una bella página de la ciencia y ética de la investigaciónDel 20 al 31 los astrónomos se reunirán como hacen cada tres años para debatir sobre estrellas y sobre todo para estimular la cooperación científica internacional, pero también para definir protocolos y – por ejemplo – qué es un planeta y qué no, ya que en 2006 degradaron a Plutón de “planeta” a “planeta enano”. Durante la próxima reunión, la XXX Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional que se llevará a cabo en Viena tiene en el orden del día una cuestión de “ética de la investigación”. Como explica el Avvenire:
Este año se presentará una Resolución (la B4) que, si se aprueba, volverá a llamar la atención general: se propone de hecho modificar el nombre de la famosa ‘Ley de Hubble’, utilizada para indicar recesión de las galaxias y la expansión del universo, llamándola ‘Ley de Hubble-Lemaître’.
Para explicar el porqué los astrónomos quieren rendir este homenaje al sacerdote belga que fue colega de Einstein y que corrigió a Pío XII sobre el Big Bang es necesario recuperar la historia de la ciencia de esa época.
Todos conocen la teoría del Big Bang. Pocos, sin embargo, saben que uno de los primeros en entender que el universo se expande, y por lo tanto tuvo un inicio, fue el sacerdote cosmólogo belga: George Lemaître. Su contribución a este descubrimiento, entre los más fascinantes del ‘900 permaneció durante largo tiempo oscurecido por la fama de Edwin Hubble. La ley sobre la velocidad y la distancia de las galaxias que se estudia en la escuela solo da título al científico estadounidense, el mismo a quien está dedicado uno de los más grandes telescopios espaciales. ¿Cómo es posible?
En 1927, el sacerdote y astrónomo belga George Lemaître (1894-1966), al aplicar a la totalidad del universo las ecuaciones de la Relatividad General, enunciadas por Albert Einstein pocos años antes, descubrió que la solución matemática preveía que el universo estuviera en expansión: un resultado absolutamente inesperado. Lemaître, al recoger de la literatura los pocos datos que entonces estaban disponibles sobre la velocidad del desplazamiento de las galaxias, verificó que éstas confirmaban de manera convincente su previsión teórica. El sacerdote, ciertamente consciente del alcance revolucionario de su descubrimiento, publicó inmediatamente el resultado en una revista belga de astronomía, en francés, pero la escasa difusión de la misma dejó la noticia casi desatendida.
Al año siguiente, sin embargo, se llevó a cabo en Leiden, Holanda, la tercera Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional en la que participó Lemaître, junto a los más importantes astrónomos de la época. Su descubrimiento despertó gran interés, pero también considerable escepticismo: Einstein definió la matemática como irrefutable, pero la interpretación física ‘abominable’. El estadounidense Edwin Hubble, por otro lado, de astrónomo experimental, regresó a Estados Unidos entusiasmado por la discusión que tuvo con Lemaître e inmediatamente comenzó una campaña de observación con el nuevo telescopio Mount Wilson de 100 pulgadas para verificar la hipótesis del sacerdote belga. Un año después, en 1929, publicó el famoso artículo que confirmaba, con la evidencia de los nuevos datos, la ley de expansión del universo que, desde entonces, tomó el nombre de ‘Ley Hubble’.
La historia, como en una intriga policial, no termina aquí porque, impulsado por el astrónomo real Sir Arthur Eddington, George Lemaître tradujo al inglés su trabajo original para la conocida revista inglesa Monthly Notices. La versión en inglés, sin embargo, si bien reproduce fielmente el modelo teórico, omite la publicación de los datos de observación que representaron la verificación experimental. Durante algún tiempo los historiadores sospecharon de una conspiración editorial, ordenada para no oscurecer la fama ya conquistada por el astrónomo estadounidense, hasta que de una carta encontrada en los archivos de Lemaître se entendió que él mismo había decidido omitir los datos porque, después de la publicación de Hubble sobre los mismos, creyó que este último era más numeroso y convincente que el suyo.
En la Asamblea quieren, al menos los promotores de la petición, rendir homenaje primero que nada a las cualidades científicas del sacerdote Lemaître y luego también a su honestidad intelectual.
Piero Benvenuti, secretario general de IAU ha querido recordar el doble papel de Lemaître: astrónomo y sacerdote. Identificar el Big Bang científico con el Fiat lux bíblico habría ido ingenuamente forzado, y fue él quien lo desaconsejó a Pío XII. Para continuar por este camino, sería oportuno actualizar las formulaciones de esos dogmas de fe que con el avance del conocimiento “se han vuelto incomprensibles y corren el riesgo de convertirse en una carga insoportable para los hombres de ciencia”(Corriere della Sera)