¿Por qué los gobiernos incluyen la Productividad en agenda?La productividad es, básicamente, crecimiento. Como en todas las regiones del mundo, en Latinoamérica hay países cuyo desempeño en materia de crecimiento económico marcha a mejor ritmo que en otros. Pero el problema no es de competencia entre países sino de competitividad en los mercados.
La Cepal ha venido analizando ese crecimiento diferenciado a través de distintos estudios y planteando diversas hipótesis desde los años 50 hasta nuestros días. Califica esos desempeños como “lentos y decepcionantes” en las últimas tres décadas, y más considerando las grandes expectativas creadas por el cambio en sus políticas de desarrollo.
El organismo precisa con cifras: “Esto es así aun cuando dejemos de lado la década perdida de los años ochenta. De 1990 a 2008, es decir, sin tomar en cuenta tampoco la crisis reciente, el crecimiento promedio del PIB per cápita de América Latina ha sido 1,8% al año, muy por debajo del 2,7% al año del período 1950-1980 y menos que la tasa de crecimiento promedio de la economía mundial. El incremento del PIB por trabajador ha sido aún más bajo: 0,7% al año de 1990 a 2008, frente a 2,7% en 1950-1980. La productividad total de los factores (promedio simple de los 11 países con información), que había crecido a un ritmo de 1,56% al año entre 1950 y 1980, redujo su expansión a una tasa de 0,08% entre 1980 y 2008 (y de 0,80% entre 1990 y 2008)”. Y así se extienden en un largo etcétera.
Evidentemente, el incremento de la productividad es clave para seguir creciendo. Según expertos que han hecho oír su voz en el Woodrow Wilson Center, la perspectiva puede ser más optimista.
Piensan que América Latina ha avanzado mucho pues entre 2003 y 2011 ganó una década, si se compara con un pasado no tan distante de décadas perdidas. En ese lapso, alrededor de 70 millones de latinoamericanos dejaron atrás la pobreza moderada y 75 millones se unieron a las filas de la clase media.
La desigualdad profunda, el talón de Aquiles de la región, disminuyó en la mayoría de los países, lo cual ven como un logro extraordinario. Insisten en que la cuestión es cómo seguir avanzando, dado que existe una sensación de que la región puede hacer aún mucho más.
En esta parte del continente americano, la productividad laboral se incrementó en la última década mientras que el desempleo aumentó en América del Sur y disminuyó en América Central y México, según se desprende de un estudio de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) dado a conocer para en 2006 por Agustín Muñoz, Director de la Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe.
En investigador Juan Francisco Álvarez, de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, ya para 2015, centraba su enfoque en la competitividad: “América Latina tiene retos y oportunidades que enfrentar en materia de productividad, debido a que por años la región ha permanecido rezagada frente a economías más desarrolladas y economías emergentes. Las perspectivas para el año 2015 se caracterizan por un lento crecimiento de las economías latinoamericanas y una caída inesperada en el precio de las materias primas. Por ello, la región tiene la necesidad de mejorar en habilidades e innovación con la finalidad de hacer frente a shocks exógenos y minimizar los riesgos de una eventual recesión. América Latina debe efectuar políticas y estrategias de competitividad para el largo plazo y de fortalecimiento a sus economías”.
Y recomendaba, retomando su punto focal: “Los problemas que afrontará la región deben ser vistos como una oportunidad al cambio y retroalimentar las políticas que fueron llevadas de forma inadecuada en momentos de bonanza”.
Siendo así, como han subrayado los expertos, se hace necesario adquirir nuevas ventajas comparativas por la vía de la inversión y el uso de eficiente de los factores de producción. Ello permitirá que América Latina impulse su productividad y consolide un modelo sustentable, aprovechando las ventajas del comercio y mitigando impactos exógenos.
“En el proceso de identificación de políticas para apoyar a empresas y sectores que tienen potenciales a mejor su productividad, los políticos latinoamericanos pueden aprender mucho de las experiencias de otros países, como Corea del Sur, Taiwán y Brasil”, puntualiza Tobias Franz, investigador postdoctoral en el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Desarrollo (Cider) de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia.
Se basa en un estudio reciente de la CAF, el cual señala acertadamente que el núcleo de los problemas estructurales de América Latina para lograr crecimiento de productividad es basado en la mala asignación de recursos y una alta sensibilidad a los cambios externos.
Resulta claro que el círculo vicioso de baja productividad, falta de mano de obra altamente calificada y los compromisos fallidos de inversiones a largo plazo, han convertido a América Latina en la región emergente de más lento crecimiento.
Agrega Franz que para salir de este ciclo, el estudio sostiene que los políticos latinoamericanos deben abordar los factores internos que obstaculizan el crecimiento de la productividad, tales como el fracaso en la capacitación de mano de obra altamente calificada, el acceso limitado al crédito y la falta de capacidades estatales para superar los obstáculos institucionales, así como la falta de infraestructura.
Por ello, cuando le preguntan al presidente de CAF -Banco de Desarrollo de América Latina-, Luis Carranza, la razón por la cual es la región emergente que menos crece, su respuesta es tajante: “Básicamente por su incapacidad de lograr acuerdos políticos y consensos que generen mejoras en la productividad.
Y eso va desde buscar la eficiencia en el gasto público a priorizar infraestructuras y, también, a generar competencia en los mercados. Se ha mantenido la brecha de productividad frente a las economías desarrolladas en los últimos 80 años”. Y se queja de que, desgraciadamente, las políticas públicas no apuntan a cambiar el modelo porque los gobiernos no incluyen la productividad en sus agendas.
Resuenan las palabras de Hasan Tuluy, quien fuera Vice Presidente del Banco Mundial en América Latina y el Caribe, quien afirmó convencido: “Al promover la prosperidad compartida y la igualdad de oportunidades intergeneracional, estoy convencido que la región puede, y debe, hacer mucho más”