Los túneles de Jobar, al este de Damasco, la capital siria, fueron durante siete años sinónimo de pesadilla, muerte y morteros. Hoy transformados en museo, ahora son portadores de alegría, paz y esperanza. ReportajeSituados a seis kilómetros de Damasco, bajo los escombros de una ciudad fantasma, los cerca de 32 kilómetros de túneles de Jobar han protegido durante mucho tiempo a los rebeldes Daesh. Ahora liberados, se han transformado en un magnífico museo de 80m2 repleto de esculturas. “La ubicación no es trivial. Esta parte subterránea era el frente de batalla desde donde, de día, se lanzaban proyectiles sobre los civiles y, durante la noche, se convertía en un lugar fantasma. El edificio situado en la parte superior fue una escuela antes de la guerra; durante siete años se transformó en prisión, un lugar de detención y tortura. Nosotros quisimos transformarlo en un lugar de vida y esperanza con nuestras esculturas”, cuenta a Aleteia Mouhanad Moualla, escultor aficionado y militar, que concibió la idea de este proyecto un tanto loco.
“Durante las largas noches que pasé en estos túneles, esculpí dos pequeñas obras. Quería hacer agradable este espacio de pesadilla y mostrar hasta qué punto el arte es vida y que el soldado y el civil que soy podemos, codo con codo, construir la Siria del mañana”, confiesa con emoción. La idea de convertirlo en algo más importante nació luego con su profesor Anas Katramiz y algunos de los artistas aficionados del Instituto de escultura. “Queríamos cambiar el aspecto aterrador de Jobar, con un equipo multiconfesional que mostrara al mundo el verdadero significado de la identidad siria”, detalla Anas con vehemencia.
El escultor, testigo de su siglo
Un equipo de dieciséis artistas, de todas las religiones, aficionados y/o voluntarios, se hizo cargo del proyecto, en un ambiente de convivencia a pesar de las demoliciones que los rodeaban. Para ellos, el escultor debe ser el testigo de su siglo y debe contar la historia.
Para Amina, una química en formación, es una manera de liberarse del estrés y del miedo engendrados por la guerra. “Cuando vi a Mouhanad, ese soldado incansable que esculpe durante sus horas de descanso, comprendí la importancia de mi trabajo”. Incluso Alaa, un joven comerciante dubitativo y temeroso ante la idea y el lugar elegido, se involucró rápidamente en el trabajo y pasó días enteros en los túneles.
En cuanto a Zouhair, abogado y amante de la escultura y la carpintería, agradeció especialmente el trabajo en equipo. “Todos contribuían en la misma escultura, nos complementábamos”, subraya. Tardaron un total de 25 días en completar este proyecto. ¡Una hazaña!
Una escultura en homenaje
Una gran escultura panorámica rinde homenaje a todos los que resultaron heridos o muertos para salvar el país. Es un homenaje a Siria, a su civilización. El visitante puede distinguir Malula, Ugarit, la madre del martirio, el árbol de la vida, la paloma, la media luna musulmana y a Cristo resucitado.
“Este trabajo es una proeza para mí”, prosigue Anas. “Estos aficionados se han convertido en verdaderos profesionales y, juntos, hemos creado la asociación Aram, cuyo objetivo hoy en día es seguir ofreciendo a nuestro país algo hermoso y significativo; revivir el arte en los corazones de los jóvenes sirios y desarrollar su espíritu creativo y artístico”.
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