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En Lituania, el Papa a jóvenes: qué feo vivir quejándose siempre, sean valientes 

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 22/09/18
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En el primer día en los Países Bálticos, el Pontífice dijo a los jóvenes que vale la pena seguir a Cristo en la revolución de la ternura , durante el encuentro en la plaza de la Catedral de Vilna “Ver la fragilidad de otros nos ubica, nos evita vivir lamiéndonos las propias heridas. Qué feo  vivir lamentándose, dijo el papa Francisco en la Plaza de la Catedral de Vilna a los jóvenes de Lituania este sábado 22 de septiembre 2018 en la tarde como parte de un itinerario de cuatro días por los países bálticos. 

El Papa recordó uno de los principales problemas de la nación la migración masiva de los jóvenes hacia otros países de Occidente: “Cuántos jóvenes se van del país por falta de oportunidades, cuántos son víctimas de la depresión, el alcohol y las drogas”.

El Obispo de Roma recordó que los tiempos de la vida son más largos, distintos y profundos que una obra de teatro o un videojuego.

“Si la vida fuera una obra de teatro o un videojuego estaría acotada por un tiempo preciso, un comienzo y un final donde se baja el telón o alguien gana la partida. Pero la vida mide otros tiempos, la vida se juega en tiempos parecidos al corazón de Dios; a veces se avanza, otras se retrocede, se ensayan e intentan caminos, se cambian. 

La indecisión pareciera que nace del miedo a que caiga el telón, a que el cronómetro me deje fuera de la partida, o a que no pueda pasar de nivel en el juego. En cambio, la vida es siempre caminar buscando la dirección correcta, sin miedo a volver si me equivoqué. 

Lo más peligroso es confundir el camino con un laberinto: ese andar dando vueltas por la vida, sobre sí mismos, sin atinar por el camino que conduce hacia adelante. No seáis jóvenes de laberinto, del cual es difícil salir, sino jóvenes en camino”.

Antes del discurso, el Papa escuchó los testimonios de Monica y Jonas, seguidos de la interpretación de cantos y danzas populares. 

“Muchas gracias Mónica y Jonás por vuestro testimonio. Lo he recibido como un amigo, como si hubiéramos estado sentados juntos, en algún bar, contándonos cosas de la vida, mientras tomamos una cerveza o un “gira” después de haber ido al Jaunimo teatras”. 

El Papa comentó los testimonios de los jóvenes: “La vida, el modo de ser y la muerte de tu papá, Mónica; tu enfermedad, Jonás, os podría haber devastado… Y, sin embargo, estáis aquí, compartiendo vuestra experiencia con una mirada de fe, haciéndonos descubrir que Dios os dio la gracia para aguantar, para levantaros, para seguir caminando en la vida”. 

Monica contó que había perdido a su papá muerto suicida y como la comunidad de amigos en la fe le había salvado de los problemas que se acumulaban en su vida debido también a la crisis económica y el deterioro de las relaciones con su padre. 

De hecho, el Papa indicó que el Señor nos salva en la pertenencia a un pueblo. “Mónica tu abuela y tu mamá, la parroquia franciscana, fueron para ti como la confluencia de estos dos ríos: así como el Vilna se une al Neris, tú te sumaste, te dejaste llevar por esa corriente de gracia. Porque el Señor nos salva haciéndonos parte de un pueblo”, dijo.  

Por su parte, Jonas, que sufre de una enfermedad autoinmunitaria narró de la felicidad de la vida en el matrimonio y de las dificultades que enfrenta todos los días debido a las diálisis que deben realizarle tres veces a la semana y duran tres horas. Jonas dijo vivir en la esperanza de un trasplante y de curarse un día: “no me lamento […]Dios y mi familia son las rocas sobre las que me apoyo”. 

El Papa indicó: “También tú, Jonás, encontraste en otros ―en tu esposa y en la promesa hecha el día del matrimonio― la razón para seguir, para luchar, para vivir. No permitáis que el mundo os haga creer que es mejor caminar solos. No cedáis a la tentación de ensimismaros, de volveros egoístas o superficiales ante el dolor, la dificultad o el éxito pasajero”. 

“Volvamos a afirmar que “lo que le pasa al otro, me pasa a mí”, vayamos contra la corriente de ese individualismo que aísla, que nos vuelve egocéntricos y vanidosos, preocupados solamente por la imagen y el propio bienestar”, expresó.

“Cada uno de nosotros conoce la belleza y también el cansancio, y muchas veces el dolor de pertenecer a un pueblo. Aquí radica nuestra identidad, no somos personas sin raíces… No existen identidades de laboratorio, ni identidades destiladas”. 

Al final, el Papa instó: “No tengáis miedo a decidiros por Jesús, a abrazar su causa, la del Evangelio. Porque él nunca se va a bajar de la barca de nuestra vida, siempre va a estar en el cruce de nuestros caminos, jamás va a dejar de reconstruirnos, aunque a veces nos empeñemos en incendiarnos. 

Jesús nos regala tiempos amplios y generosos, donde hay espacios para los fracasos, donde nadie tiene que emigrar, pues hay lugar para todos. Muchos querrán ocupar vuestros corazones, inundar los campos de vuestras aspiraciones con cizaña, pero al final, si le entregamos la vida al Señor, siempre vence el buen trigo”, concluyó. 

El Papa sucesivamente se trasladó al interno para visitar la Catedral, Patrimonio Mundial de la UNESCO, dedicada  la memoria de San Casimiro y San Estanislao y donde también se encuentran las reliquias de San Casimiro. 

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