Un día la patinadora profesional Kirstin Holum decidió dejar de entregar cuatro horas al día para pasar ese mismo tiempo, o más, orando como religiosa de la orden de las Clarisas. Ella es hoy la Hermana Catherine.
Kirstin Holum, era una competidora estadounidense de patinaje de velocidad en los Juegos Olímpicos de Nagano en 1998. La Hermana Catherine, es una monja de la orden de las clarisas que vive y reza en el Convento de Santa Clara, en Leeds, Inglaterra.
Por lo demás, Kirstin Holum y la Hermana Catherine son la misma persona, pero sin las mismas distracciones. La Hermana Catherine, ha elegido una vida de oración con pocas comodidades modernas.
Una elección que es tan “radical” y “contracultural” como puede ser el vivir en un convento sin conexión de Internet ni televisión. “No tenemos todas esas distracciones”, dijo a NBC News la Hermana Catherine, refiriéndose al mundo de la imagen, las redes sociales, la Internet.
“Estás cara a cara con tus propias debilidades. Estoy agradecido de que no tengamos esas escotillas de escape. Realmente podemos ser más libres, amar y ser lo que se supone que somos”, agregó.
La fe de la hermana Catherine le viene de su madre, quien también fue patinadora y entrenadora de patinaje. A los 16 años de Kirstin, su madre le mandó, junto con una prima, de peregrinación a Fátima. Ahí todo cambió para ella. Siguió compitiendo, pero con la mira puesta en “el Rey de reyes”.
De los récords a la capilla
Kirstin Holum en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998 en Nagano, Japón, estableció un nuevo récord mundial júnior en el evento femenino de patinaje de velocidad de 5.000 metros.
Tenía, en ese entonces, 17 años y un futuro deportivo envidiable. En su corta carrera, había establecido ocho récords de patinaje de velocidad en Estados Unidos y seis récords mundiales menores.
Pero Dios tiene caminos insondables y Kirstin, dejando sorprendidos a propios y extraños, decidió “colgar” los patines y, en lugar de seguir en otra disciplina olímpica, pasó a ser postulante en la comunidad de las Hermanas Franciscanas de la Renovación en el Bronx (Nueva York) después de terminar sus estudios universitarios.
Seis años más tarde, la Hermana Catherine se encontraba entre el grupo de hermanas franciscanas, enviadas a Inglaterra, con la única misión de abrir un nuevo convento por invitación del obispo de Leeds.
En lugar de entrenar cuatro horas al día, ahora pasa ese mismo tiempo, o más, orando. Y no se arrepiente de abandonar el patinaje de velocidad y dedicar su vida a Dios.
Una emoción mayor
“La emoción de competir y hacerlo bien, haciendo tu mejor esfuerzo personal, es una gran alegría”, dijo a NBC la Hermana Catherine, ahora de 38 años. “Pero siempre se trata de una alegría fugaz…”.
“Creo que en el fondo, todos desean ser grandes y hacer algo grandioso. Solo cuando realmente te pones en contacto con el plan de Dios para ti, realmente encuentras la paz para hacer lo mejor, sea lo que sea”.
El Reino Unido es uno de los países menos devotos del mundo, con alrededor del 70 por ciento de las personas que se describen como no religiosas o ateas, según una encuesta de Gallup International realizada en 2017.
Pero Gran Bretaña también es un lugar donde el número de nuevas monjas católicas ha aumentado considerablemente desde que alcanzó la marea baja en 2004.
Y a pesar del estereotipo de que los jóvenes no están interesados en la religión, uno de cada cuatro católicos británicos de entre 25 y 34 años, dice que va a misa semanalmente, en comparación con solo uno de cada cinco que tiene entre 45 y 64 años. Y la Hermana Catherine es parte de este resurgimiento.
*Con información de NBC News*