El destino turístico preferencial del Caribe, hoy casi inaccesible
“Un paraíso en crisis”, titulaba un reportaje reciente. El reflejo de la situación es notorio. Esta isla de finas arenas blancas, perlas en abundancia y tibias aguas azules fue, hasta hace unos años, uno de los principales destinos turísticos del Caribe. Europeos y canadienses llegaban por montones. Podían llevarse una bolsita de las más puras y brillantes perlas por un precio irrisorio. Hoy, el panorama es radicalmente diferente.
Descubierta por Cristóbal Colón en su tercer viaje, bautizó la isla como La Asunción por ser aquél día la fecha religiosa de la Virgen que llevaba ese nombre. En ese viaje el Almirante descubriría también a la tierra firme, Venezuela. Aquel día de agosto Colón divisó tres islas, dos de ellas pequeñas, bajas y áridas (las actuales Coche y Cubagua), separadas por un canal de una tercera, mayor, cubierta de vegetación y poblada de indígenas que la llamaban Paraguachoa, vocablo que significa según historiadores “peces en abundancia” y según otros “gente de mar”. Margarita, junto a las islas de Coche y Cubagua, constituye el único estado insular de Venezuela, denominado “Nueva Esparta”.
Al año siguiente, en 1499, Cristóbal de la Guerra, la rebautizó con el nombre de “La Margarita”, debido a la abundancia de perlas encontradas en la región; otras hipótesis sugieren que el nombre de “Margarita” se debe a la reina Margarita de Austria. La capital se sigue llamando La Asunción.
La provincia de Margarita es la más antigua erigida en 1525. La isla jugó un papel de importancia en la historia de la independencia de Venezuela. Cobija una de las devociones más impresionantes del pueblo venezolano, la Virgen del Valle, también llamada “la Virgen Patriota” por haber sido vista –según testimonio de los ejércitos- dando ánimo a los guerreros por la Independencia durante la feroz batalla de Matasiete. Es también cuna de una de las mujeres más valerosas en esa lucha, Luisa Cáceres de Arismendi, esposa del prócer General Juan Bautista Arismendi. Ella abortó en prisión debido a los maltratos pero alentó al esposo en todo momento, pidiéndole no ceder en el combate y no dejarse intimidar por ser ella prisionera del enemigo.
En nuestros tiempos, Margarita se centró en el comercio, que se desarrolló con la ayuda de los viajantes extranjeros procedentes en su mayoría de España y de los habitantes de la isla. Su ubicación es en el Caribe sur-este, nororiente venezolano y disfruta de un clima tropical y esto, junto a sus exóticas playas y montañas, ha hecho que se le conozca como La Perla del Caribe, como la apodan muchos turistas venezolanos y extranjeros.
Muchos en el país tenían por meta terminar sus días en esa preciosa comarca. Lo han hecho y aún, con el deterioro que azota Margarita, permanecen allí, tan hermosas son sus costas, aún pasando trabajo. Pero la crisis acabó con el turismo, acabó con el comercio, arrasó con las instalaciones y redujo al mínimo los vuelos a la isla. Los hermosos hoteles y complejos turísticos parecen gigantes abandonados. Las playas siguen lamiendo sus arenas pero falta la gente, falta el entusiasmo, falta el bullicio de otras épocas.
Marco Siervo, operador turístico de uno de los más emblemáticos complejos de la zona, no dice apesadumbrado: “Esto no parece Margarita. Si no fuera por el ancho mar y la hermosura del paisaje, esto sería pura tristeza. Antes, más de 20 vuelos llegaban desde todas partes de Venezuela, ahora escasamente 5 o 6″. Ello convierte en un calvario conseguir cupo de ida y vuelta. La crisis ha empujado a las aerolíneas a reducir o cerrar operaciones.
Margarita sufre, además, las recurrentes fallas en el servicio de agua, electricidad, e incluso en la provisión de alimentos que existe en todo el país. La Cámara de Turismo local, ya para el 2016, estimaba una caída de la ocupación hotelera a 35% y una reducción de vuelos en 50%, lo cual afecta mortalmente a una isla que esencialmente vive de la actividad turística.
“Las tiendas han cerrado. También los restaurantes. La isla ha mermado su actividad en un 70%, y me quedo corto!”, agrega Siervo. La desolación se hace más evidente en el casco central de la isla. Porlamar, la antigua zona comercial luce como un pueblo negado a morir. De 400.000 metros cuadrados de comercios que hay en toda la isla, apenas 30% está operativo.
Otra de los graves obstáculos al transporte hacia la isla es la quiebra de los otrora estupendos ferrys que viajaban a través del mar. En pocas horas se atravesaba el tramo del océano que separa a tierra firme de la isla, viajando cómodamente en buques perfectamente bien equipados donde era posible subir el auto y disfrutar de las vacaciones sin necesidad de alquilar un vehículo en la isla. Hoy, después de haber sido asumido por el gobierno, el sistema de ferrys no existe y hace pocos días circuló la fantasmal gráfica de uno de ellos a medio hundir –ya ha ocurrido con dos- por la desidia en el mantenimiento.
Actualmente, llegar en barco es una penosa hazaña. Conferry, la principal empresa naviera expropiada por el Gobierno hace siete años, solo tiene dos barcos operativos. La gente califica el viaje como una verdadera calamidad.
Todas las importantes ciudades de Margarita –aparte de la capital- como Porlamar, Juan Griego, Pampatar, Punta de Piedras, San Juan Bautista y El Valle del Espíritu Santo –hogar de la Virgen del Valle, patrona de Oriente y de la Armada venezolana-, entre otras, se encuentran en idéntico estado. Ciudades hermosas, cálidas como el temperamento de sus habitantes, con la sana y sabrosa brisa del mar que las acaricia y los suculentos platos a base de los más variados frutos del mar que recibían al visitante y lograban que regresara mil veces, ya todo es parte del pasado.
Margarita, además, está dotada de una zona franca donde era posible conseguir productos y delicatesses de todas partes del mundo a precios increíbles. Eso la hace un sitio ventajoso para el consumidor, al estar exenta del pago de impuestos al fisco venezolano. Era frecuente aprovechar un viaje para traer perfumes, quesos, licores y demás, para todo el año. Hoy, muy pocas importaciones hacen atractivo el traslado.
“Se trata de subsistir con pocos huéspedes que, en algunos hoteles, deben traer su papel higiénico, jabón y toallas debido a la escasez de productos. Además, hace casi un año suspendimos las comidas”, nos confiesa otro agente turístico que prefiere el anonimato. “La isla es muy hermosa, pero algo que a veces a uno lo frena de venir constantemente son los precios tan altos”, acota un turista. Las edificaciones hablan de una extinta bonanza y esplendor, pero las playas lucen desiertas y los deliciosos timbiriches en la arena, sin consumidores ni demanda. Comparando con épocas pretéritas, todo está desfigurado, casi espectral.
La Isla de Margarita es hoy el rostro desolado de la crisis venezolana. Para hacer el cuento corto, en el último año solo han recibido la visita de 380 mil turistas, apenas un 10% del pico que tuvo en 2012. Hace apenas seis años, 3,2 millones de turistas visitaron una isla con poco menos de medio millón de pobladores y 20.000 camas de hotel.
A pesar de que los emprendedores gastronómicos han logrado devolver el golpe a la crisis, como reporta Oswaldo Páez quien abrió el restaurante “Amaranto” en Pampatar hace cinco años y este 2018 aún mantiene sus mesas llenas, la realidad la retrata esta sentencia: “Hemos retrocedido como 60 años. Ahora vemos niños desnudos y comiendo en la basura”, dice Ramón Luna, que se las arregla para sostener una fundación que reparte arepas a los niños más pobres de la isla.
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