Para el local, y para el turista que le dedica su tiempo a Buenos Aires (Argentina), es un infaltable al menos una vez en la vida. Orgullo de la cultura latinoamericana, el Teatro Colón fue elegido como el teatro lírico más famoso del mundo por el sitio italiano especializado www.travel365.it. Erigido en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires, es el único teatro sudamericano en la lista de 15, y uno de los tres en suelo americano, junto con el Metropolitan Opera House de Nueva York y el Fox Theatre de Detroit.
El Colón suele ocupar un lugar destacado entre históricos y grandes como la Scala de Milán, la Opera de París y la Opera de Viena. La reputación nace primero de los grandes artistas que se presentan en él. Luciano Pavarotti llegó a decir una vez que el Teatro Colón tenía un grandísimo defecto: “su acústica es perfecta. Imaginen ustedes lo que eso significa para un cantante. Si uno hace algo mal, se nota enseguida”. Cantar en él es un deber de los artistas líricos, como declaró el tenor Jonas Kaufmann, quien lo hizo por primera vez en 2016, y cumplió así su gran sueño.
Pero no es sólo la acústica; la elegancia, sus talleres que resuelven cada uno de los pequeños inconvenientes, como describe Plácido Domingo, y su audiencia, como incluso destacó hace casi un siglo nada menos que Richard Strauss. El alemán consideraba a la sala “magnífica” y se había sorprendido de la presteza con la que el público se familiarizaba con las obras, más rápido incluso que el público vienés.
La experiencia de conocer el Colón conmueve. Concebido por el arquitecto Francesco Tamburini, fue completado por el arquitecto Vïctor Meano, el mismo del Congreso Nacional, e inaugurado en 1908. Hay en él trazos germánicos, italianos y franceses; bien pasa su fachada como una Ópera europea. En el interior, en la sala principal, la imponente araña de 1300 kilos ilumina con sus 735 lámparas las más de 2400 butacas desde unos 30 metros de altura. Sólo la contempla desde arriba la pintura creada por Raúl Soldi, sumada al Teatro en 1966, tras la desaparición de la pintura original. 7 niveles arropan un inmenso escenario de 35 metros de profundidad y 34 de ancho. Todo puede pasar, y todo pasa, en ese escenario, inaugurado nada menos que con Aida.
El calendario de actividades es esperado año a año, no sólo por los ballets internacionales y los directores de orquesta de renombre internacional que convoca, por las óperas que se representan, sino también por sus actividades para chicos- la próxima es la puesta en escena de La Cenicienta el 27 y 28 de octubre- y su política de puertas abiertas, con actividades como la transmisión en vivo de La Boeheme durante este mismo mes en la Plaza Vaticano, adjunta al Teatro.
Las visitas guiadas ofrecen tarifas bonificadas para argentinos, con horarios promocionales a primera hora y a partir de las 15.30, y los domingos. Para el local, y para el turista que le dedica su tiempo a Buenos Aires, es un infaltable al menos una vez en la vida. Sobre todo tras el esplendor que adquirió con su última remodelación culminada en 2010. Pero para la experiencia sensitiva completa, en una noche de Ópera, hay que ser previsor. Los valores pueden ser inferiores a los de una película en el cine en el Paraíso y en la galería alta. Los palcos, eso sí, cuestan 10 veces más.