El gran valor de una buena educación está en las competencias transversales Los profesionales que nos dedicamos a la formación de formadores nos enfrentamos a una época de retos y propuestas. Es un momento idóneo para realizar preguntas sobre la calidad de la enseñanza.
Un modelo educativo de calidad tiene que considerar los conocimientos necesarios en cada edad para ofrecer una sólida formación académica, pero debe a su vez favorecer el desarrollo de capacidades que permitan al alumno llevar a cabo un conjunto de competencias básicas que aumenten su aptitud para afrontar con seguridad su vida personal, social, laborar y familiar.
Potenciar el desarrollo de estas capacidades personales y sociales para resolver de manera eficaz los problemas y situaciones de la vida abre nuevas incógnitas sobre el modo de proceder y la metodología adecuada para alcanzarlas.
Veamos algunas de las competencias trasversales que deberían caracterizar el perfil del formador. La educación dura toda la vida porque el objetivo es lograr una auténtica formación integral que considera la totalidad de la persona a lo largo de las distintas etapas de su vida.
Los formadores, conscientes de que el futuro de nuestra sociedad lo estamos sembrando desde hoy, educan a las nuevas generaciones con el objetivo puesto en su felicidad y en la construcción de un mundo mejor.