Una edad mágica con un potencial maravillosoEn mi época ochentera ser adolescente era como un deporte de alto rendimiento. Por lo menos así yo la pasé.
Se usaba muchísimo eso de cuidar las apariencias en la sociedad porque eres “niña bien” ¡Qué flojera! ¡A mí no se me pegaba la gana ser niña bien!
Demasiadas reglas y “noes”. Era la época en que no se nos daban más explicaciones que “porque lo digo yo que soy tu padre y punto”. ¡Me reventaba el hígado!
Eso de estar cerca de Dios y tener una vida de piedad como que se me complicaba mucho, aunque con muchos sacrificios sí lo lograba.
Claro que corría al confesionario a cada rato porque supuestamente “todo era pecado” ¡Ah, qué educación tan castrante!
Yo nada más sabía que mis hormonas andaban muy alborotadas y que más valía tenerlas reprimidas porque si no, además de que me podía llevar unos buenos castigos como que no me dejaran salir o de plano me torturaran con el látigo de su desprecio haciéndome la ley del hielo por mal portada, me podía llevar el chamuco por pecadora y ¡qué miedo!
Gracias a Dios todo pasa y de todo aprendí. Hoy puedo decir que la edad adolescente es sencillamente “mágica”.
Yo la veo como la segunda oportunidad que la vida te da para arreglar lo desarreglado. Los pubertos son lo máximo. Por lo menos yo tengo imán para los jóvenes porque alcanzo a descubrir en ellos un potencial maravilloso.
Hace unos días tuve la enorme fortuna de conocer a un grupo de jóvenes adolescentes mexicanos, de Aguascalientes para ser precisos.
¿Y por qué me cautivaron? Por su alegría de vivir, por hacer todo y de todo por llevar una vida sana y de virtudes; por sus risas y su sencillez. Por su manera de divertirse y disfrutar de la vida.
Y, por si fuera poco, porque aspiran a ser santos en el día a día. Así es, leyeron bien, ¡santos! ¡Qué esperanzas que yo a esa edad pensara así!
Salvador Cisneros; Francisco, Clara y José Manuel Perdomo; Miriam y Paola De Lira, Caro Castorena y David Ortiz conforman la iniciativa llamada “Adolescentes por México”, proyecto que nació de una inquietud real al ver la crisis moral que sufre su país.
En un día común este grupo de amigos se reunió para ver qué podían hacer por los matrimonios, las familias y, sobre todo, por los adolescentes de México y del mundo.
Después de pensar en varias cosas se dieron cuenta de que lo que hacía falta eran buenos ejemplos de vida para los jóvenes.
Al buscar un buen ejemplo se encontraron con el niño mártir cristero San José Sánchez Del Río, quien no dudó en dar la última gota de su sangre por su país.
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Su promesa es cambiar a México. Siendo sus pilares la dignidad de la persona, el bien común y la defensa de la vida, la familia y México, valores que hoy en día no están de moda, parece que su labor fuera un sueño inalcanzable, pero para ellos no lo es.
Estos estudiantes -universitarios unos y de preparatoria otros- viajan a donde los inviten llevando un mensaje de esperanza, buscando hacer un cambio positivo en la sociedad y así crear una nueva generación de jóvenes y adolescentes comprometidos con esos valores dignificantes.
Su meta es motivar a las personas, especialmente a los adolescentes y jóvenes a crecer en su fe católica con una plena confianza en Dios y en sus planes, a imitación de la vida de San Joselito.
El trabajo de estos chicos no es nada fácil porque todos tienen obligaciones escolares. Sacrifican tiempo, estudios y demás con tal de anunciar la buena nueva: ¡somos la esperanza de nuestro mundo!
Su gran compromiso es formar jóvenes y adolescentes que se sepan distinguir por lo que saben, por lo que hacen y por lo que son.
Es maravilloso que en vez de estar metidos en antros y fiestas, ellos elijan encontrar diversión, alegría y felicidad siendo portadores de amor, esperanza y fe.
Joven, te invito a que, a imitación de estos chicos de “Adolescentes por México”, tú también seas el cambio que tu entorno necesita. ¡Venga, sí se puede!
Si te quieres poner en contacto con ellos escríbeles a: adolescentespormexico@gmail.com