¿Sabías que fueron los dominicos los primeros en industrializar el vino en el país sudamericano?“Vides y vinos para evangelizar Chile”, esta fue la solicitud que Pedro de Valdivia le escribió al Rey Carlos V de España en una carta, el 4 de septiembre de 1545. Los conquistadores habían llegado dos años antes junto a los mercedarios y dominicos. Recordemos que el vino es vital para cumplir con la misión evangelizadora.
El sacerdote jesuita Francisco de Carabantes en 1548 trajo la primera cepa País (uva para vino) que logró aclimatarse en la zona central de Chile (inviernos lluviosos y calurosos veranos), esta variedad se adaptó rápidamente al suelo, esto varietales españoles utilizaban técnicas primitivas para producir vinos rústicos. Sin embargo, fueron los responsables durante cerca de 300 años de la producción de casi todo el vino chileno.
La Independencia de Chile trajo consigo que la exportación de los vinos fuera vista como una importante fuente de ingresos, con lo cual los gobiernos de mediados del siglo XIX inyectaron los recursos necesarios para lograr mejores estándares de calidad. Es así como llega Claudio Gay, agrícola francés y contratado por el Estado, para crear una planta experimental llamada Quinta Normal de Agricultura, que alcanzó la plantación de 40 mil vides europeas de 70 tipos distintos para ser evaluadas científicamente.
Paralelamente, la ruta marítima a Europa, fundamentalmente a la cuna del vino moderno (Francia), trajeron consigo nuevas cepas como cabernet sauvignon, merlot, malbec, carmenere, sauvignon blanc y semillon se harían un importante espacio en tierras chilenas. La entrada de la filoxera (insecto que ataca las viñas) en Europa tuvo magníficos beneficios para el vino chileno. La pérdida de millones de plantas europeas, la necesidad de buscar en el continente nuevos cultivo y la emigración de enólogos hacia América contribuyeron al avance irremediable del vino chileno.
Es en esta época y en los terrenos del convento de Los Dominicos donde se comenzaron a producir vinos de mayo calidad. Esta orden religiosa se situó a la vanguardia de la industria vinífera local. Fue así como también elaboraron aguardiente, chicha y chacolí. Además, contrataron trabajadores especializados tales como podadores y toneleros; todo esto trajo importantes recursos a la orden.
El convento de Los Dominicos también contaba con una extraordinaria biblioteca, donde los libros sobre materias vitivinícolas ocuparon un lugar privilegiado. Por medio de estas obras, los religiosos tuvieron acceso a un vasto conocimiento teórico-práctico de la actividad vinífera y pudieron mantenerse al tanto de las últimas innovaciones de la industria, muchas de las cuales implementaron en sus haciendas.
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Se puede apreciar que la tradición vitivinícola en Chile viene desde su descubrimiento, es así como en el 2017 se escogió a un vino de estas lejanas tierras como el mejor del mundo según la Guía James Suckling; y también sus rutas turísticas son relevantes y que se pueden visitar.
El Valle de Colchagua y su tren del vino:
Para iniciar este viaje se debe llegar a las 9 de la mañana en la Estación Central de Santiago, Monumento Nacional desde 1983, una enorme estructura de acero construida a finales del siglo XIX. El tren comienza a mecerse suavemente sobre las vías donde se escucha música en tradicional chilena. Se arriba a la estación de San Fernando y en bus se llega a Santa Cruz, la “capital” de la ruta.
Es aquí donde se comienza a recorrer las distintas viñas y conocer el proceso completo. Por ejemplo, la Viña Santa Cruz tiene un observatorio en la cima del cerro Chamán, al cual se llega a través de un teleférico, que tiene buenas condiciones atmosféricas, de poca humedad y ausencia de luz artificial, para observar con gran precisión las imágenes.
“Vides y vinos para evangelizar Chile”, con esta petición de Pedro de Valdivia a la corona española fue el inicio de la gran industria vitivinícola de este país austral. También en el folclor chileno se puede encontrar esta oración a modo de bendición sobre la copa o vaso:
“Quien bendijo el pan y bendijo el altar,
bendiga esta copa
que voy a tomar,
para que no me cause
ni daño ni mal”.
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