La polémica se ha desatado al comparar a las personas down con animales y plantas en peligro de desaparecer.Si el oso polar, los tigres, el oso panda, los pingüinos, el atún rojo, la tortuga laúd o el gorila de montaña reciben protección por parte de las instituciones porque está en peligro de extinción, ¿cómo no exigir protección también para las personas con síndrome de Down? A bote pronto, puede escandalizar que se las considere como una especie de animal o planta, pero la Sociedad Canadiense de Síndrome de Down consideró que era más fácil obtener así el apoyo que necesitan en aquel país.
Han dirigido su petición a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza porque, a su juicio, estamos llegando a una situación alarmante: “La comunidad de personas con Síndrome de Down se está reduciendo y con ello se produce igualmente una disminución en su acceso a servicios como la educación, la vivienda o el empleo, así como de su calidad de vida en general”, se lee en el documento que la Sociedad acaba de presentar.
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Parece el mundo al revés: tener que acudir a la protección animal y de las plantas para que hagan caso a un ser humano es surrealista, kafkiano. Pero las personas con síndrome de Down, sus familiares y los profesionales que trabajan más directamente con ellos ven que se trata de una medida “in extremis” para salvar vidas: “Cada vez que una nueva especie se encuentra en peligro, los conservacionistas y los científicos activan las alarmas y toman medidas inmediatas para garantizar la protección y los recursos que asegurarán su supervivencia”, decía en un comunicado previo a la petición.
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La Sociedad Canadiense cuenta con 45.000 personas con el síndrome de Down. En absoluto su pretensión quiere ser la de denigrar la dignidad humana de quienes tienen este trastorno genético. Sin embargo, la campaña ha puesto patas arriba las redes sociales. ¿Lograrán que así se les haga caso? ¿Facilitarán que las familias puedan disponer de todo lo necesario para estas personas?
La Sociedad Canadiense de Síndrome de Down alerta de que hoy por hoy un 67 por ciento de los niños y adolescentes que lo tienen no disponen de una adecuada educación específica. El 61 por ciento de los adultos está fuera del mercado laboral y a un 20 por ciento le resulta imposible el acceso a la vivienda. Si somos capaces de enternecernos ante los cachorros de un animal en extinción, ¿cómo no va a quedar sacudida nuestra conciencia al ver a niños con síndrome de Down?
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