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Monserrate, ícono de fe y cultura de los colombianos

MONSERRATE
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Vicente Silva Vargas - Aleteia Colombia - publicado el 20/11/18
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En la cordillera Oriental colombiana, a 3.152 metros de altura, se encuentra el santuario al Señor Caído de Monserrate, ícono de Bogotá desde hace 378 años y al que llegan semanalmente más de 250 mil creyentes y turistas

Los historiadores cuentan que cuando el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada fundó Bogotá, en 1538, quedó admirado por la majestuosidad de dos cerros que protegían a la inmensa sabana en la que hoy se levanta una ciudad de ocho millones de almas. Fiel a su formación católica, ordenó que en ellos se clavaran dos grandes cruces.

Con los españoles también llegó la tradición de construir ermitas en lo alto de las cumbres. Según el investigador Germán Mejía, esta costumbre que se unió a la creencia muiscal de adorar lugares montañosos, abrió paso a la construcción de capillas en las faldas y las cimas de Monserrate y Guadalupe, los cerros que tutelan a la capital colombiana.

La más importante de esas capillas se empezó a construir en el cerro de Las Nieves, un lugar en donde se celebraba la festividad de la Santa Cruz. Esta conmemoración impulsó a algunos devotos a construir en 1640 una ermita en la que junto a la cruz ubicaron una Virgen Morena de Montserrat, patrona de Cataluña, España. Sin embargo, en 1650 los fieles unieron sus devociones y colombianizaron el nombre al agregarle la vocal ‘e’ a la denominación original en catalán. Al ser bautizada como capilla de Nuestra Señora de la Cruz de Monserrate, el cerro también cambió su antigua denominación de Las Nieves por el de Monserrate.

Seis años después llegaron dos imágenes de Jesús de Nazareth que fueron ubicadas en los costados del templo. Se trataba de un Cristo Crucificado y un Señor Caído, las cuales conmovieron a la feligresía porque su autor, Pedro Lugo de Albarracín, les puso cabello artificial, ojos casi reales y sangre en casi todo el cuerpo. Según los expertos, estas imágenes hacen parte del ‘realismo severo’, en particular del barroquismo piadoso, un estilo que pretende conmover a los fieles enfatizando episodios de la Pasión de Cristo.

El Señor Caído empezó a ser venerado con mayor devoción al atribuírsele numerosos milagros y obligó a los encargados de la ermita a desplazar a la Virgen y a ubicar a este Cristo en un nicho que en la actualidad es protegido por un vidrio de seguridad. Inexplicablemente, la imagen de Nuestra Señora de la Cruz de Monserrate —una escultura dorada en la que María carga al Niño Dios— desapareció de Monserrate para siempre. Sin embargo, gracias a una donación de la Arquidiócesis de Barcelona, fue remplazada en 1994 y entronizada en una capilla especial.

Con el paso de las décadas, desde distintos lugares aumentaron las romerías para pedir milagros como la sanación de enfermedades, la obtención de un empleo o la solución a graves problemas económicos o familiares. También se hicieron populares las peregrinaciones para pagar los favores recibidos. Múltiples registros en cine, video y fotografías muestran cómo hombres y mujeres de todas las condiciones sociales, muchos de ellos rezando el rosario o el viacrucis, han caminado los 2.350 metros del sendero peatonal —de rodillas, descalzos, de espaldas, en muletas o en sillas de ruedas cargadas por parientes— para llegar hasta la punta del cerro y postrarse a los pies del Señor de Monserrate. 

Otros prefieren hacer el recorrido en un cómodo funicular instalado en 1929 o en el seguro teleférico inaugurado en 1955. Ambos medios de transporte, como también si se hace el recorrido a pie, permiten disfrutar el paisaje verde de las montañas circundantes y la impactante panorámica de una ciudad como Bogotá que no para de crecer.

Disfruta este lugar en imágenes: 

Fe, turismo y cultura

La ermita de 1640 fue derrumbada a comienzos del siglo XX para construir un templo más grande que diera cabida a millares de católicos que desde tiempos lejanos ascienden al cerro en fechas clave como Jueves y Viernes Santos, la fiesta de la Santa Cruz y el Día de la Inmaculada. La creciente devoción y la conmemoración de los 300 años de la ‘llegada’ del Señor Caído a Monserrate hicieron que en 1956 el papa Pío XII elevara la categoría del templo declarándolo basílica menor, una distinción que le permite conceder indulgencia plenaria a los fieles que visiten el templo en fechas específicas.   

La imagen ha sido trasladada varias veces hasta el centro de la capital. En 1916 estuvo en la catedral primada de Bogotá para pedir por el fin de una terrible sequía; en 1952, para clamar por el fin de la violencia entre liberales y conservadores y en 1998, otra vez, para pedirle por la paz en Colombia. En el siglo XXI ha visitado dos veces la ciudad. La primera, durante la Semana Santa de 2009 y, la segunda, en 2014, para conmemorar los 450 años de la Arquidiócesis.

Monserrate como lugar de fe y referente geográfico es un sólido símbolo. Son miles las personas que desafiando la altura y el paramoso frío, visitan al Cristo o simplemente suben para apreciar la inmensidad de la urbe, tratar de ubicar sus lugares icónicos, regocijarse con el marco multicolor de la Sabana y tomar las mejores postales de recuerdo. Allí también es posible disfrutar platos de la gastronomía local como el ajiaco, el puchero o el tamal con chocolate.

Su importancia cultural está reflejada en dos canciones muy populares. En Los cucaracheros, (un pequeño pájaro sabanero), el maestro Jorge Añez destaca una tradición asociada a la ciudad y el cerro: “El que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate, no sabe lo que es canela ni tamal con chocolate”. En Señor de Monserrate, Jorge Villamil otro afamado compositor, habla de un hombre que visita al Cristo Caído para pedirle perdón por una mujer: “Mejor no la castigues, perdónala Señor, bórrala de mi mente y alivia mi dolor”.

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