“Una mujer tiene la edad que se merece”. (Coco Chanel)
Hemos pasado 5 décadas y, si hemos sido lo suficientemente inteligentes, nos daremos cuenta de que con cada una descubrimos algo aún mejor y tenemos experiencia que jamás nos imaginamos viviríamos.
¿Mitad de nuestra vida o ya casi al final? Eso solo Dios lo sabe. Pero lo que no podemos decir es que ya llegamos hasta aquí, como si nuestra meta de vida hubiera sido convertirnos en tal o cual cosa.
Nuestro peregrinar debe estar en constante desarrollo, en evolución. Nuestro sueño debe continuar. El que dejemos de crecer y de aprender simplemente no pueden ser opción. De aquí la importancia de nunca dejar de avanzar. Como canta el trovador, “hay que seguir poniéndole vida a los años”.
Envejecer no es sinónimo de “tragedia” o de “ya no sirves”. Es sinónimo de “maestría”. Sí, quizá nuestro físico presente algún deterioro. En algunas mujeres, canas, celulitis, visión borrosa; en otras tantas, incontinencia, flacidez, sobrepeso. ¡Qué esperábamos si ya llevamos 50 años encima!
Por eso es muy importante reconocer y aceptar que ahora nuestra belleza está en la experiencia. Puede ser que hoy haya un poco menos de belleza física, pero también hay una maravillosa belleza interior transformada en sapiencia y madurez…
Es verdad que dependiendo de la calidad de vida que previamente tuvimos, algunas partes de nuestro cuerpo serán más ágiles que otras, pero de ahí a pensar que ya somos seres “inútiles” hay una diferencia abismal.
¡Mujer, siempre serás fascínate! Hay actitudes que hacen deslumbrante a una mujer cincuentona, claro, cuando es sensata, madura:
- Segura de sí misma. Piensa: “Me gusto y me gusta mi historia. Soy única”. ¡Basta ya con la presión de verte delgada, preciosa, sin arrugas, el cabello impecable, etc.! ¡Somos mucho más que eso! Se acabó el buscar ser del gusto de todos. Ahora nos aceptamos y dejamos esas bobadas de querer ser como las demás o de seguir estereotipos sociales. Ya no. Esto es lo que somos, imperfectas, pero perfectibles. Seres aún no terminados de hacerse, sino en continua evolución. Al descubrir que nuestra dignidad y valor radica justo en eso, en ser quienes somos, únicos e irrepetibles y no en lo que hemos logrado o poseemos ahora peleamos por no ser la réplica de nadie más.
- Más prudente. Ya no se busca tener siempre la razón, sino llevar felicidad y vivir en paz. Tenemos olfato para elegir las batallas a pelear y ya no desgastarnos en aquellas situaciones que no son necesarias.
- Actitud triunfadora: fracasos 7, levantadas 8. Reconocer que el fracaso es un sentimiento que aparece mucho antes de que se convierta en un resultado real y que realmente se convierten en fracasos cuando no se aprende la lección. Nos damos el permiso de caer, sin miedo, porque nos reconocemos y aceptamos imperfectas.
- Sueltas más y controlas menos. Se deja ir, aunque muchas veces con dolor, a lo que ya no nos hace bien al corazón. Se vive un desapego inteligente. Te das cuenta de que el cambio es solo eso y que está bien no tener todo bajo control. Aprendes a dejarte sorprender por la vida, porque al final del día eso es la vida, un ir y venir de personas, situaciones y experiencias.
- Disfrutar de las cosas más simples. Nos reímos de nosotras mismas cuando no suceden cosas que jamás nos imaginamos que pasaríamos, como descubrir que toser o estornudar puede ser un deporte de alto riesgo, porque…
- Aprender a valorar lo pequeño y dejar de esperar siempre lo grande.
- Nos rodeamos de personas que amamos de verdad. A pesar de reconocer en todas su valor y dignidad nos hacemos más selectivas. Y no por soberbias, sino que elegimos estar con aquellas que sumen a nuestra vida, que no busquen el conflicto o chismes. Ya no hay tiempo para perder con ese tipo de personalidades que no nos inviten a crecer.
- Estar a solas es una delicia, pero esto solo se logra si vivimos en paz con nosotras mismas. Habrá veces que la relación que más tengas que fortalecer y nutrir es la tuya contigo.
- Aceptamos lo que sentimos y no nos da miedo decirlo. Sobre todo, cuando se trata de decirle a alguien más que le amamos y le valoramos. Incluso, puede ser que ese sentimiento no sea correspondido, no importa.
Obviamente hay muchas más cualidades y actitudes, pero lo que si debe quedar bien claro es que no nos estamos volviendo viejas; somos mucho más que un número. Lo que ahora tenemos es un cúmulo de experiencias que nos han hecho sabias; sabiduría que tan solo 50 años de viva bien vivida nos pudieron haber dado. Y bueno, tú bien sabes lo que una mujer sabia y de la mano de Dios puede lograr…