Dar gracias es una acción que surge de la capacidad que tiene el ser humano de reconocer bondad y belleza en su vida, en su entorno, en los otros, en todo lo que es, en todo lo que tiene y le acontece.
Celebraciones de acción de gracias se han realizado desde siempre en las más diversas comunidades, épocas y culturas de la historia de la humanidad. Aquí, en los Estados Unidos de Norteamérica, todos hemos crecido conociendo y celebrando la gesta histórica según la cual, en los orígenes de esta gran Nación, concretamente en el año 1623 en Plymouth (en el actual Estado de Massachusetts) tuvo lugar un encuentro y una comida de acción de gracias por la buena cosecha.
Dado que al principio la colonia de Plymouth no tenía suficiente comida para alimentar a la mitad de los 102 colonos, los nativos de la tribu Wampanoag ayudaron a los peregrinos dándoles semillas y enseñándoles a pescar. La práctica de llevar a cabo un festival de la cosecha como éste no se volvió una tradición regular en Nueva Inglaterra sino hasta finales de la década de 1660. Esta Nación cuenta entonces, en sus cimientos históricos, con una celebración de Acción de gracias que se ha venido conmemorando de generación en generación y que se constituye en la fiesta anual más importante de todas las familias estadounidenses.
Es una celebración, entonces, para hacer memoria de las gestas históricas que dieron origen a la Nación que habitamos, en la que hoy vivimos, amamos, trabajamos, soñamos y esperamos… Pero es, sobre todo, una celebración – como su nombre lo indica – para agradecer, para dar gracias, para aprender a dar gracias, para volver a dar gracias…
La situación actual del hombre en sociedad la define y condiciona una cultura según la cual hay que tener dinero para poder ser parte del mundo del mercado, del mundo de la oferta y la demanda, del materialismo y del consumismo; mundo en el que tienes lo que compras, tienes lo que puedes, lo que mereces, lo que – con tu esfuerzo laboral y económico – logras y obtienes.
En esta visión economicista del ser humano y de la sociedad, se va perdiendo la capacidad de percibir en la existencia humana cotidiana el don de la gratuidad de la vida; se va perdiendo el valor de lo que no se puede ni comprar ni vender, se va perdiendo el valor de los valores inmateriales (el amor, la familia, el encuentro, la solidaridad, la amistad, la bondad, etc.) que son reemplazados por el valor de las cosas y objetos, de lo tangible, de lo material e inmediato, de lo efímero, de lo desechable y pasajero.
Por ello, el Día de Acción de Gracias vuelve a recordarnos la importancia de la gratitud en la vida del ser humano, la urgencia de ser capaces de nuevo y cada día de reconocer los motivos que tenemos para agradecer y ser felices. Porque el hombre que es capaz de agradecer es un hombre feliz y es feliz aquel que tiene la capacidad de encontrar y reconocer en la vida motivos para ser agradecido.
Pero el Día de Acción de Gracias no es sólo un día para agradecer. También ha de ser un día que nos empuje a construir motivos para continuar agradecidos y agradeciendo. Ha de ser una fiesta nacional en la que todos nos comprometamos a ir construyendo una sociedad en la que todos tengamos motivos para dar gracias.
Dicho de otra manera, ha de ser un día en el que no haya un solo hombre o mujer en los Estados Unidos que no encuentre y no tenga motivos válidos para agradecer, para dar gracias. Y esto sólo es posible si todos vamos construyendo mejores relaciones interpersonales, mejores relaciones familiares, unas más justas relaciones económicas, más solidarias relaciones políticas, más humanas relaciones culturales, etc.
Deseo que en este Día de Acción de Gracias todos tengan motivos para agradecer y entre todos vayamos construyendo una Nación en la que ésta, su principal efemérides, la puedan celebrar todos los que aquí habitamos con motivos válidos y condiciones humanas, verdaderas y justas para dar gracias. ¡Felíz día¡