Una forma de entablar ese diálogo es la lectura
A menudo nos parece que el diálogo entre un católico y alguien ateo está separado por un mundo infranqueable que es tan invisible como resistente. Ciertamente ese muro responde a la libertad individual de las personas y no por ello el mismo Dios ni quiere ni puede saltárselo. Que los hombres seamos libres quiere decir, entre otras cosas, que cuáles sean los caminos que tomemos Dios respeta las decisiones personales, del mismo modo que nadie querría estar con alguien que le amase por obligación. Si uno estuviese obligado a amar no estaría amando.
Pero la misma libertad pergeña y urde una trampa en nuestra percepción sobre quien sigue el camino opuesto al nuestro, y es la de que ese muro es tan infranqueable como la libertad que lo sostiene. Si somos libres, y precisamente porque lo somos, cabe entonces afirmar que ese muro tiene puertas y ventanas que, aunque con cerraduras, pueden abrirse a voluntad o a petición.
No podemos saltarnos la libertad del otro, pero podemos invitar y ser invitados a entrar. Así que si bien la resistencia es tan real como la libertad sagrada del otro, por la misma razón se puede decir que el diálogo y la relación con el otro es posible. La trampa que nos hacen (y nos hacemos creer) es la presunción de que esa posibilidad de pensar las cosas (el trabajo, la familia, la muerte… las cosas) juntos es insostenible, inviable e ingenua.
Para que ese diálogo sea real conviene recordar lo que más se ha olvidado en el hecho de todo diálogo. Un diálogo no es exponer una idea propia sobre otra ajena, sino que dos personas estén dispuestas a mirar, pensar y examinar juntos la misma idea. Si lo primero, entonces no hay diálogo sino otra cosa (una toma de posturas la más de la veces infructuosa con tintes agresivos y desagradables). Si lo segundo, ambos tienen que estar dispuestos a repensar y justificar juntos lo que se dice y se expone. Pero, de esto último, hay poca gente dispuesta porque implica ser libre y tomar riesgo, y, la mayoría de veces, resulta más confortable sentarse al placentero calor de una verdad ya adquirida y no revisable.
Una forma de entablar ese diálogo es la lectura. Aquí se van a presentar 5 libros que pueden ser leídos por personas de cualquier credo y condición. La calidad literaria está garantizada con el plus de una calidad intelectual acorde a los grandes temas de los que posteriormente se pueden hablar tras su lectura.
Conviene pues regalarlos al mismo tiempo que leerlos juntos. Se ha seleccionado un poco de todo y un poco de todas las edades y géneros. A cada cuál le corresponde seleccionar de entre estas sugerencias: