El deseo de la iglesia es que durante el tiempo navideño, ese compartir tenga como primer destinatario a los enfermos, a los más pobres de las comunidades y a los niños en situación grave de desnutrición“La pensión del seguro social ya no alcanza ni para comprarse un pollo, mucho menos un cartón de huevos, un kilo de queso o conseguir los ingredientes para preparar una hallaca navideña. Por eso vengo a la iglesia, a comer aunque sea un poquito. El alto costo de la vida no me permite vivir mejor”. Así relató su situación personal Pedro Rafael Solórzano, de 64 años de edad, expresando que lleva cuatro domingos disfrutando la olla solidaria en la parroquia “La Epifanía del Señor” en Caracas.
Solórzano dijo “sentirse bien”, porque en esa iglesia comparte “con otros que como a él, se les hace difícil adquirir los alimentos”. El hambre es la necesidad más sentida en Venezuela, pero la iglesia lucha para mitigar sus estragos entre los más necesitados.
Para el cardenal Baltazar Porras “las ollas solidarias que tanto bien hacen, son una escuela de emprendimiento, de generosidad en tiempo y en especie, en dar de nosotros lo que tenemos para compartir con nuestros hermanos más necesitados”. Su deseo es que durante este nuevo año litúrgico, ese compartir tenga como primer destinatario “a los enfermos, a los más pobres de la comunidad y a los niños desnutridos”.
Más de 300 personas por jornada
El llamado del administrador apostólico de Caracas se vive a plenitud en la parroquia “Epifanía del Señor”, enclavada en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Allí atienden en cada jornada unas 300 personas, entre niños, jóvenes y adultos, según constató Aleteia en conversación con el padre Javier Fuenmayor, párroco del lugar.
El jesuita expresó que “esta olla solidaria es sinónimo de generosidad cristiana donde se da sin esperar nada a cambio”. Cada último domingo de mes ofrecen el alimento a las personas de escasos recursos que viven en los sectores cercanos. “La intención es mitigar el hambre que se siente cada día más en el país ante la carestía de alimentos”.
Los movimientos de apostolado que hacen vida en esta iglesia: Legión de María, Divina Misericordia y los ministros de la Eucaristía, junto a personas voluntarias y de buen corazón participan en la iniciativa que nació en 2016. Cerca de las nueve de la mañana van llegando los hombres, mujeres y niños para participar en el ágape eclesial.
“Primero la eucaristía luego la comida temporal”, aseguró. “Antes de servir el alimento, los pequeños realizan actividades de esparcimiento, entre ellas pintar, y así comparten unos minutos con el amiguito ocasional sus sueños e inquietudes”, pronunció una de las voluntarias. Durante el último domingo asistieron más de 200 personas adultas, y cerca de 20 a 25 niños, con edades entre 3 y 12 años.
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Hasta profesionales comen allí
Jóvenes y adultos mostraban su agradecimiento hacia el padre Fuenmayor y sus voluntarios por ofrecer pan al necesitado. Miguel García, de 36 años fue uno de ellos. Contó que tiene un mes comiendo en la parroquia. Trabaja en el área de seguridad de la UCV y mostró inquietud de colaborar en el futuro con la iglesia.
Iguales comentarios hicieron Irma Martínez y Olga Chacón, quienes alabaron la obra social porque “nos une como una gran familia de Dios”. Estas inquietas mujeres llegaron desde un movimiento carismático en calidad de invitadas para colaborar. Coincidieron en sostener que “el alimento viene de Dios, y el amor todo lo puede”.
Otro comensal fue el señor José Alberto Vera, de 70 años quien dijo ser profesor de química, egresado de la UCV, “la Casa que vence las sombras”, como orgullosamente recordó el lema que caracteriza a esta casa de estudios superiores. Consideró “positiva la labor de la iglesia en promover este tipo de iniciativas en apoyo al que no tiene cómo alimentarse”. Vera también tuvo la oportunidad de comer y disfrutar un poco.
Fernando Albán sigue presente
Cerca del fogón donde se cocina el sancocho permanece colocado un afiche del fallecido concejal del municipio Libertador, Fernando Albán, cuyo presunto suicidio mantuvo en vilo a los venezolanos y a la propia iglesia. “Se ganó el cariño de la comunidad por su generosidad, su don de gente a la hora de compartir un pedazo de pan con los más pobres de la parroquia”, aseguró el sacerdote con un halo de tristeza.
Recordó que “el día en que se realizaba la olla, Fernando no almorzaba, se dedicaba en cuerpo y alma para que la actividad se cumpliera sin ningún inconveniente”. “Todavía nos duele la ausencia física y la manera como fue manejado su extraña muerte por parte de las autoridades gubernamentales. En la comunidad lo consideramos un hermano”.
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ALEGRÍA NAVIDEÑA. La actividad estuvo amenizada con villancicos, parrandas y aguinaldos. Incluso, en esta ocasión colaboró la afamada cantante de boleros, Floria Márquez, quien reveló a Aleteia, su preocupación por la situación que se vive en el país.
“Me duele mucho lo que sucede en mi país, pero abrigo esperanzas de que algún día superaremos esta horrible pesadilla, y eso lo lograremos si Dios quiere con la unión y el sentir de todos los venezolanos a través de nuestras actitudes de rechazo a las actuaciones del régimen”, expresó la artista.
Consideró que la olla solidaria “es una obra preciosa por la oportunidad de brindar calor humano a aquel que no tiene nada, por los sin techo, sin vivienda, los que no tienen para comer”. El próximo 16 de diciembre está prevista la entrega de regalos a los niños.