Desde hace 55 años, Caracas (Venezuela) se ilumina con la majestuosa Cruz del Ávila
El símbolo de los cristianos fue escogido hace cinco décadas para marcar el inicio de la Navidad en la capital venezolana. Se alza en el Ávila, el cerro más emblemático de Venezuela, el cual alberga una silenciosa pero impresionante estructura en forma de cruz que se levanta solemne en el llamado “Cerro Papelón”, que forma parte de la cordillera avileña. La cruz tiene casi 40 metros de alto por 18 de ancho y, con sus 144 bombillos, alumbra a la ciudad desde 1.530 metros sobre el nivel del mar.
Al caer la tarde del primer día de diciembre, a partir de las 6:00, pobladores de La Pastora, San Bernardino y demás parroquias capitalinas, ubicadas en la falda del cerro, han mantenido viva tan hermosa tradición al subir esta magnífica montaña para celebrar, en compañía del hechizante ritmo de los tambores, este representativo ícono venezolano. Esa es la tradición.
¿Cuál es la historia que la forjó?
Todo comenzó gracias a la creatividad del talentoso Ingeniero norteamericano Ottomar Pfersdorff, en ese entonces empleado de la importante empresa “Electricidad de Caracas”. Contando con la eficiente colaboración de otros trabajadores consiguió armar el entramado que logró mantener encendidas las luces del renombrado y prestigioso Hotel Humboldt –situado en el pico de la montaña- con la finalidad de cautivar la mirada de todos los venezolanos con la singular imagen de una monumental cruz cristiana.
Lograron el cometido pues no solo impacta al divisarla nítida y refulgente desde cada rincón de Caracas, sino que infunde un espíritu especial en cada caraqueño que la identifica, en el acto, con el tiempo navideño. El gran pulmón natural de Caracas envía cada diciembre un mensaje de luz y de esperanza al vivificar también el espíritu, que respira otro aire al divisar en lo alto la representativa Cruz.
Quienes visitan Caracas quedan igualmente sobrecogidos ante la señorial imagen. Ciertamente, como algunos cronistas han comentado, es un símbolo que define la Navidad. El motivo sufrió en aquél entonces, año 1963, debates y discusiones. Algunos preferían que fuese una estrella, otros un gigantesco arbolito. Pero ganó la Cruz y así quedó.
Pronto, una hermosa costumbre se agregó al ritual: la selección de un niño para que protagonizara el encendido desde la sede de la empresa en la ciudad. Es así como, en 1969, Ibelice Margarita Díaz, alumna de la unidad educativa Juan Antonio Pérez Bonalde de la popular y populosa zona de Catia -al oeste de Caracas- activa el encendido pulsando los botones en medio de la algarabía de los trabajadores eléctricos y la admiración de todos los caraqueños. Los niños eran seleccionados mediante un concurso que realizaba la empresa entre hijos de los empleados y colegios públicos del Distrito Capital, ganando el más destacado por su disciplina y aprovechamiento académico. En la actualidad, el procedimiento sigue vigente.
Debido a la crisis, el actual gobierno resolvió un brutal ahorro energético, así que cambiaron los potentes bombillos del pasado -74 focos incandescentes y 2 luces destello- por 144 bombillos ahorradores de luz blanca. Los expertos sostienen que ahora la imagen no se aprecia como antes. Pero allí está, cumpliendo casi seis décadas iluminando a Caracas como emblema navideño.
La montañera ceremonia sigue convocando gente, ahora deportistas de aventura, un centenar de ellos procedentes de distintas regiones de Venezuela, que suben hasta el tope del cerro para acompañar el encendido y vivir a plenitud ese mágico momento.
Un detalle curioso no necesariamente atribuible a la casualidad: su creador, aquél ingeniero que batalló hasta conseguir encender la Cruz del Ávila, murió un 1° de diciembre, el del año 1995. Para él, una bendición; para nosotros, los caraqueños, el “duende” de la Navidad.