El dolor asumido con esperanza tuvo un poder renovador para ella y para muchas personas más.Lydia Kirkland perdió a su hija de 13 años el 24 de febrero de 2013. Era una niña alegre, buena y familiar. El día anterior la había acompañado al Hospital porque tenía fiebre.
El médico aconsejó a la mamá de Brianna que le diera bebida para que no se deshidratara. Le dijo que la niña tenía un virus y que enseguida remitiría. Pero por desgracia no fue así.
A la mañana siguiente, Brianna estaba muerta en su cama. Padecía una diabetes de tipo I y en el hospital no habían sabido detectarla. Se deshidrató.
Lydia quedó destrozada, “enfadada con Dios porque había permitido esto”. No hay dolor más grande en la vida que perder a un hijo. ·Es el peor dolor al que uno ha de enfrentarse”, dice Lydia.
Un día, Lydia encontró un poema que Brianna había escrito un año antes de fallecer. En ella su maravillosa hija decía que todos podemos ayudar a llenar la “cesta” de los demás. Sintió que eso era precisamente lo que Brianna había hecho a pesar de su corta vida. Y decidió entonces crear la Fundación Filling Bickets for Brianna, “llenando cestos por Brianna”.
“Comencé entonces a dejar de maldecir a Dios, al doctor, al mundo y a mí misma”, explica Lydia. “Hay muchas cosas que todavía debemos aprender acerca del dolor. Creo que es un proceso en el que siempre se aprende. Sin embargo, hay una cosa que he aprendido de veras: la esperanza en Dios. Él nos da la fuerza para sostener ese dolor, como nadie más puede darla”.
“El poder del amor y una nueva perspectiva se pueden encontrar si uno los busca”, dice Lydia. “Si te das a los demás, podrás curar a otros y te curarás a ti mismo”. Esta es la gran lección que le llegó tras la muerte de Brianna. “Con esperanza, sabemos que lo más importante del mundo es gratis: el amor, la alegría, la paz de espíritu, la familia y los amigos. Y la vida nos da la oportunidad de ser luz para los demás”.
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