¿Escondemos el sentido cristiano de la fiesta? ¿Por vergüenza? ¿Para que no nos dejen de lado? ¿Nos parece anticuado hablar de Navidad y de Dios?Díganme si les ha ocurrido lo mismo que a mí. Últimamente noto que hay tres expresiones que están desapareciendo de la conversación pública, sobre todo en los medios de comunicación. Son:
-“Gracias a Dios”.
-“Rezo por ti”.
-“Feliz Navidad”.
Poco a poco -o rápidamente- hay gente que pone el pañuelo como el mago delante del sombrero de copa y al retirarlo aparecen las frases:
-“Gracias a la suerte”, “por fortuna”, “de casualidad”.
-“Te mando energía positiva”.
-“Felices fiestas”.
Es cierto que a veces empleamos todas esas expresiones, juntas y revueltas, porque es signo de un vocabulario rico y no queremos repetir siempre la misma expresión. Quien nos conoce ya sabe cuáles son nuestras creencias y no es necesario que se lo recordemos a cada instante.
Pero ocurre que, en el caso de la Navidad, escoger entre la opción A (Feliz Navidad) y la opción B (Felices fiestas) dice mucho de nosotros. Hay empresas que se plantean cuál ha de ser la frase que mejor sentará a los clientes, hay escuelas que “temen” herir sensibilidades si manifiestan un determinado arraigo cultural y religioso, hay personas que se dejan llevar por los respetos humanos (o sea, la vergüenza del miedoso) y prefieren esconder su fe, no vaya a suponerles un perjuicio laboral o social. Al final de la batalla, quien sale perdiendo siempre es el mismo: Jesús.
En ciertos ambientes, es políticamente incorrecto decir “Feliz Navidad” porque hay personas que, aunque vivamos en democracia, no respetan el derecho a decirlo. Y hay hombres y mujeres que prefieren decir “Felices fiestas” por quedar bien con todos y que no se sepa si huelen a cristiano.
Entonces, ¿nos daría igual celebrar las fiestas el 25 de diciembre que otro día? El papa Francisco ironizaba hace pocos días sobre la cuestión diciendo que quien va a nacer no es el árbol de Navidad sino el Niño Jesús. Porque tenemos una gran capacidad para distraernos y centrar la conversación de estos días en los regalos, Papá Noel, los vinos de la cena de Nochebuena o el último modelo de teléfono móvil.
La verdad es que somos muy libres de utilizar la expresión que más nos guste, la que decidamos en cada momento. Pero vale la pena preguntarse si en esa pequeña decisión de optar por el “felices fiestas” va escondido un mirar para el otro lado. Emplear “feliz Navidad” no es imposición, pero dejar de hacerlo por vergüenza sí es signo de que nos vamos dejando esclavizar por la ideología dominante.
Un político español enseñó hace años a otro más joven cómo convenía saludar. “Para no meter la pata, no preguntes ni por el marido ni por la esposa ni por la familia, no vaya a ser que ya no estén juntos”, le dijo. “Mejor pregunta: ¿cómo están los tuyos? Así nunca meterás la pata”.
¿Qué imagen escoges para tus christmas?
Parece que con la Navidad creemos que ocurre igual, que si deseamos “feliz Navidad” estamos echando el mal de ojo o hiriendo los sentimientos del vecino y por eso sea mejor felicitar con una frase que es como la leche: pasteurizada y, sobre todo, homogeneizada. Aparecen así los “christmas” en los que no hay Nacimiento ni ningún signo religioso, no vaya a ser…
En realidad deberíamos ver la situación de modo contrario, porque cuando deseamos “feliz Navidad” estamos dando el mejor regalo de que disponemos las personas que tenemos fe. Así de sencillo, sin complicaciones ni intención de imponerse. Trasladamos un deseo de paz, de bondad y de amor. ¿En algún comercio on line venden ese deseo de felicidad por un precio más bajo?
Feliz Navidad y, por supuesto, felices fiestas a todos los lectores de estas líneas.