Padres y madres de todo el mundo hemos sucumbido a la tentación de “limpiar” con nuestra saliva el chupete de nuestro bebé. No teníamos un grifo a mano y por puro instinto hemos actuado como “esterilizador” del chupete. Un estudio demuestra que esta práctica puede ser beneficiosa para la salud del bebé porque le expone a unas bacterias que refuerzan su sistema inmune. De los primeros movimientos que hacen los bebés cuando empiezan a explorar el mundo es llevárselo todo a la boca y tirar las cosas al suelo. Los padres debemos evitar que se hagan daño y enseñarles hábitos de higiene, como lavarse las manos y otros, necesarios para su salud en el futuro. Sin embargo, un poco de suciedad, apuntan algunos expertos, puede ser buena. Diversos estudios han demostrado que, si bien la higiene ha reducido las enfermedades infecciosas, un exceso de la misma es una causa del aumento de las alergias y otras enfermedades inmunes. En este punto nos preguntamos ¿hacemos crecer a nuestros hijos en un ambiente demasiado aséptico?
El sistema inmunitario del bebé necesita enfrentarse a estímulos, a los gérmenes y bacterias, para aprender a defenderse y así desarrollarse. Un estudio publicado en la revista Pediatrics demostró que los niños a los que los padres limpiaron el chupete con su propia saliva las posibilidades de contraer asma al cumplir el año y medio se vieron reducidas en el 88%. Otra investigación más reciente realizada por un equipo de la Henry Ford Health System asegura que a través de la saliva de los padres se trasmiten bacterias saludables que ayudan un desarrollo temprano del sistema inmune del bebé. La Dra. Eliane Abou-Jaoude, autora del estudio, aclara que “no estamos diciendo que los padres deban chupar el chupete de su bebé”, sino que, el dato más relevante del estudio es señalar que, “los bebés expuestos a las “bacterias” paternas desarrollan un sistema inmune más resistente”.
Para llevar a cabo el estudio se reclutaron a 128 madres, a quienes se preguntó cómo limpiaban el chupete de sus hijos: esterilizándolo, lavándolo con agua y jabón, o chupándolo. La gran mayoría escogió una de las dos primeras, 30 y 53, y sólo 9 reconocieron que los limpiaban con su saliva. Al final del estudio, los 9 bebés de las “mamás chupete” presentaban niveles significativamente más bajos de anticuerpos (Inmunoglobulina E. IgE) asociados a enfermedades como el asma o la alergia. Los resultados indican, como añade la Dra. Abou-Jaoude que “los microbios a los que está expuesto el bebé en sus primeros meses de vida afectan directamente en el desarrollo de sus sistema inmune”.
Otros estudios han demostrado diferencias significativas entre la salud de personas que en su infancia han estado expuestas a determinadas bacterias y las que no. Uno realizado en la ciudad de Berlín, tras la caída del muro, demostró que la incidencia de alergias, asma y otras patologías autoinmunes era menor entre los habitantes del Este, y mayor entre los de la Alemania occidental, más limpia, con acceso a antibióticos y vacunas.
“Higiene excesiva” y más alergias
Sin duda, gracias a las medidas higiénicas se ha logrado reducir una cantidad significativa de enfermedades infecciosas, pero como efecto colateral han aumentado las del sistema inmune porque en ese proceso de “limpieza general” se aniquilan también gérmenes necesarios.
El Dr. José Francisco Tinao, director médico de la Clínica Medicina Integrativa afirma que «hoy se sabe que una de las causas del incremento de las alergias tiene que ver con la denominada teoría de la “higiene excesiva” aunque, sin duda, la causa de estas enfermedades tiene un origen multifactorial: la predisposición genética, la exposición a la polución, la alimentación, los antibióticos, productos de limpieza, jabones, etc….
En este mismo sentido, la Dra. Ana María Plaza, directora de la Sección de Alergias del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona recomienda que “no es bueno mantener a los niños dentro de un cubo estéril. Es beneficioso que salgan al campo, a la montaña. Han de jugar, estar en contacto con la naturaleza y con las plantas”.
Los niños que viven con animales también tienen menos riesgo de padecer alergias; la convivencia con más niños aumenta las defensas; los que van desde pequeños a la guardería sufren menos alergias; los hijos de familias numerosas, sobre todo los más pequeños, también tienen menos alergias porque con sus hermanos están expuestos desde que nacen a más bacterias. Y así un sinfín de situaciones que nos indican que la naturalidad es un estado saludable para favorecer el crecimiento de los niños.
Ser una madre obsesionada por la higiene y pasarse el día esterilizándolo todo no es garantía de tener un bebé más saludable pero aquí compartimos algunas pautas básicas para una correcta y razonable higiene del bebé
- lavarse las manos
- evitar el contacto del bebé con personas con enfermedades respiratorias o infecciosas
- evitar ambientes contaminados o con humo de tabaco
- seguir el calendario de vacunación
- lactancia materna
A medida que el niño crezca, nuestra misión como padres es inculcarle unos hábitos de higiene personales para que vaya interiorizando y practicando durante la infancia y lo acompañen durante toda su vida.