Podía haberse unido a la élite nazi pero Maria von Maltzan decidió hacer frente a la barbarie que habían iniciado los seguidores de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Aprovechó su posición aristocrática para recabar información y se jugó la vida para salvar a decenas de judíos de una muerte segura. Maria von Maltzan era una joven rebelde cuando el nazismo ascendió al poder en su Alemania natal. Había nacido en una extensa familia de Silesia. Ella y sus siete hermanos crecieron en los bosques y amplios terrenos, dieciocho mil acres, de la propiedad familiar de sus padres. Fue allí donde descubrió su pasión por la naturaleza y sorprendió a su aristocrática familia cuando decidió estudiar veterinaria, algo muy poco habitual para una mujer de principios del siglo XX, y mucho menos para una dama de la alta sociedad.
Maria dejó muy pronto el enorme castillo en el que había crecido para estudiar lo que ella quería y valerse por sí misma. El partido nazi empezaba a controlar todos los movimientos políticos y sociales en Alemania cuando Maria se encontraba en Innsbruck trabajando para la revista católica Weltguck. Como Austria aún no se había anexionado al Tercer Reich, Maria utilizó la revista para ayudar al jesuita Friedrich Muckermann, uno de los religiosos más implicados en la resistencia contra el nazismo. Además de transmitir mensajes secretos y colaborar en difundir el verdadero rostro del nacionalsocialismo, Maria colaboró con el padre Muckermann para ayudar a judíos a huir de Alemania a través del lago Constanza para alcanzar territorio suizo.
A pesar de las dificultades y peligros que entrañaba formar parte de la resistencia, Maria von Maltzan no dudó nunca en ponerse del lado de los que luchaban contra el nazismo. Dada su posición en la alta sociedad alemana, Maria se codeaba con algunos de los miembros del partido e intentaba recabar información determinante que pudiera servir para ayudar a todo aquel que se opusiera a los seguidores de Hitler. Pero su título no era un seguro de vida y pronto se situó en el punto de mira de las autoridades nazis que empezaron a sospechar de sus actividades con la resistencia. No se equivocaban. Por su casa pasaron decenas de judíos a los que dio cobijo, documentación y planes de huida en los que ella participó activamente.
Maria von Maltzan salía por la noche para guiar a los judíos que se adentraban en la oscuridad para encontrar el camino que les condujera a la libertad. Cuando los dejaba a buen recaudo, antes de regresar a su casa, les dedicaba palabras de aliento: “Ahora marchaos en seguida, id con Dios”.
Maria demostró gran coraje, valentía y sangre fría. Sabiendo que en cualquier momento podía ser detenida e incluso ser ejecutada, no abandonó a los que llamaron a su puerta. Uno de aquellos judíos que buscó una salida de la Alemania nazi se convertiría en su marido y protagonizaría uno de los episodios más valerosos de la condesa.
Hans Hirschel era un escritor judío que se había enamorado de Maria y vivía escondido en su casa, un lugar que podía ser una trampa para él si había un registro inesperado. Maria lo sabía y decidió idear un escondite para Hans agujereando el sofá del salón. Cuando la Gestapo terminó llamando a su puerta, los soldados nazis registraron minuciosamente el humilde piso en el que vivía Maria, quien mantuvo una heroica calma cuando le sugirieron que en el sofá podía haber alguien escondido. Sin dudarlo, Maria invitó al soldado nazi a que disparara contra él pero le advirtió que debería pagarle los desperfectos del mismo. Tras unos segundos de agónica tensión, el soldado desestimó la oferta y se marchó.
Hans y Maria tuvieron un bebé, que nació prematuramente y falleció en el hospital cuando, tras un bombardeo se suspendió el suministro eléctrico y la incubadora en la que se encontraba el pequeño dejó de funcionar. La pareja superó con entereza aquel trágico acontecimiento y años después decidieron adoptar a dos niñas supervivientes de los campos de concentración.
Maria continuó colaborando con todas las organizaciones de la resistencia que podía. Entre ellas, el Círculo de Solf o la Iglesia Sueca de Berlín que ayudó a escapar a muchos judíos al país escandinavo. Al final de la guerra, Maria von Maltzan había ayudado a huir de Alemania a más de sesenta judíos. Pero los duros episodios de tensión y miedo que vivió hicieron mella en su ánimo y terminó hundiéndose. Tras ser ingresada en un psiquiátrico, Maria consiguió superar su adicción a las drogas para intentar olvidar aquella terrible pesadilla.
El coraje de Maria von Maltzan fue reconocido con el título de Justa entre las Naciones.