Una joya arquitectónica sudamericana amenazada y que merece una mirada de misericordia La última vez que recibió mantenimiento fue en 2011. Desde ese momento a esta parte el riesgo de derrumbe ha aumentado. Se trata de la iglesia de Curahuara de Carangas (Oruro, Bolivia) y es popularmente conocida como la “Capilla Sixtina de los Andes”.
Declarada Monumento Nacional en el año 1960, esta joya arquitectónica sudamericana data del año 1608 y se destaca por su antigüedad, pero principalmente por el atractivo de sus murales en casi todas las paredes que hacen referencia a diversos pasajes bíblicos. Entre ellos, por ejemplo, la Última Cena y el Juicio Final.
Es que esta iglesia colonial contiene un gran valor artístico y religioso. Para muchos, un verdadero tesoro oculto en los Andes bolivianos y que merece mayor atención en una zona donde predomina la cultura indígena aymara.
En ese sentido, todo lo vinculado con esta Iglesia, sus pinturas en los muros –lo que llevó a vincularla con la famosa Capilla Sixtina del Vaticano- ha servido para la evangelización de los indígenas.
Otra de las particularidades de esta iglesia es su altura (casi a 4.000 metros sobre el nivel del mar), su estructura exterior con predominio de adobe y sus magníficos retablos y esculturas bañadas en oro.
Mira la grandeza de esta iglesia aquí:
Sin embargo, a pesar de la majestuosidad de esta joya sudamericana, una amenaza se advierte desde hace varios años y tiene que ver con su falta de mantenimiento, algo que ha generado incluso que se hable de riesgo de derrumbe.
¿Qué podemos hacer para salvarla?
Un primer paso quizás sea redoblar los esfuerzos para que la necesidad de pronta restauración llegue a oídos de las autoridades competentes. Según un reciente informe difundido por La Razón, hace ocho años que persiste este inconveniente.
Al mismo tiempo se recuerda que han sido varias las solicitudes de parte de los integrantes de la comunidad y otras autoridades locales para que el Ministerio de Culturas y la Gobernación de Oruro puedan tomar acciones al respecto. Mientras esto sucede el riesgo aumenta e incluso se ha indicado -prosigue el medio boliviano- que en febrero de 2018 la situación empeoró luego de que se viniera abajo un contrafuerte (soporte exterior del muro).
Ojalá haya pronta solución y se pueda cumplir con un clamor de una comunidad que sigue estando orgullosa de su joya, estructura que puede favorecer también al desarrollo local de circuitos turísticos y religiosos.
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