La economía circular fomenta el ahorro y el consumo responsable, además de favorecer el diálogo entre personas de distintas generaciones. La fórmula del “piensa global, actúa local” ha dado un paso más. Se trata de la creación de aplicaciones para smartphone que fomentan la solidaridad entre vecinos de la misma ciudad.
A veces uno, por ejemplo, quiere colgar un cuadro en la pared y no tiene taladro. Sin embargo, comprar una herramienta solo para hacer esta tarea le parece un gasto innecesario. ¿Qué mejor modo de solucionar la situación que pedirle el taladro a ese vecino manitas que disfruta haciendo bricolaje?
Del mismo modo, puede ocurrir que tengamos material deportivo al que podríamos dar más uso, instrumentos de música que guardamos en el altillo, objetos de decoración y jardinería… Y lo mismo pasa con la ropa que no usamos: prendas infantiles que los niños ya no llevan porque han crecido pero podrían “heredar” otros pequeños, una bicicleta, unos patines…
Si antes los vecinos de la escalera se conocían y entre ellos se pasaban el perejil y se intercambiaban favores, ahora resulta complicado en la vida urbana porque tal vez nuestros horarios no son muy compatibles con el resto o porque no conocemos a casi nadie del bloque de pisos.
Las app de préstamos han irrumpido con fuerza porque realmente solucionan una necesidad. Ya están en marcha en muchas ciudades de América Latina, Europa y Norteamérica, y sus resultados son muy positivos. Incluso han aparecido apps para vecinos de un barrio o un distrito exclusivamente. Es un modo de poner en práctica la economía circular ya que hace que los productos tengan mayor vida y los recursos estén mejor aprovechados.
La filosofía de fondo de este sistema favorece el consumo responsable (nadie ha de gastar más de lo necesario) y al mismo tiempo crea lazos de solidaridad entre vecinos. Unas veces puede haber préstamo de objetos y otras puede haber intercambio: “Ofrezco clases de inglés a cambio de que me laven el auto cada sábado”.
Diálogo intergeneracional
El préstamo hace que conozcamos mejor a nuestros vecinos y entremos en trato con personas de otra generación. Los mayores pueden encontrar así la compañía de jóvenes que van a visitarlos quincenalmente para hacerles la compra de los objetos más pesados cuando hay límites físicos como la falta de ascensor. Se pone en práctica así el texto de la encíclica “Laudato Sí”, escrita por el papa Francisco para movernos a cuidar “la casa común”, el mundo que está en nuestras manos.
Si en el Reino Unido se ha creado un ministerio específicamente destinado a atender a las personas solas, el Ministerio de la Soledad, puesto en marcha por Theresa May en enero de 2018; implica que el problema es real y alcanza a un grupo numeroso de población.
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Estas apps, en cambio, son al menos una solución parcial al problema. Son como un pregón que llega a miles de ciudadanos y que permiten también hacer nuevas amistades. Por ejemplo, son una vía excelente para formar un equipo para un deporte poco frecuentes, desde el trail hasta el ajedrez. O permite montar excursiones o visitas culturales a exposiciones.
La economía de trueque hace que todos salgan ganando. De ahí el éxito de las app. Las plataformas, a su vez, ganan como negocio porque hay quien decide poner publicidad en ellas, desde una pizzería del barrio hasta la tintorería o una agencia de viajes.
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