El Pontífice abogó por otorgar protagonismo a los campesinos, agricultores e indígenas diréctamente afectados por la indigencia en las zonas rurales y más pobres del planeta. El papa Francisco aseguró que resulta paradójico que buena parte de las más de 820 millones de personas que sufren hambre y malnutrición en el mundo, sean campesinos. Lo dijo este jueves 14 de febrero 2019, en la apertura de la 42º sesión del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) en Roma.
Francisco abogó por la causa de las personas que viven en las zonas rurales, que viven en condiciones precarias, no obstante se dediquen a la producción de alimentos y sean agricultores.
Así, animó a los líderes institucionales, de estado presentes y los funcionarios del FIDA, a que sus “trabajos, desvelos y deliberaciones sean en beneficio de los descartados y víctimas de la indiferencia y del egoísmo; y podamos ver la derrota total del hambre y una copiosa cosecha de justicia y prosperidad”.
Además, invitó a seguir trabajando para resolver la cuestión del “éxodo del campo a la ciudad” que “es una tendencia global que no podemos obviar en nuestras consideraciones”.
En su discurso, instó a mirar sin “sonrojarnos” al “rostro de la multitud de hermanos nuestros que sufren”, cuando su “clamor ha sido escuchado y sus preocupaciones atendidas”.
Aire, ríos y suelos contaminados
Reveló que “ellos viven situaciones precarias: el aire está viciado, los recursos naturales esquilmados, los ríos contaminados, los suelos acidificados; no tienen agua suficiente para ellos mismos ni para sus cultivos; sus infraestructuras sanitarias son muy deficientes, sus viviendas escasas y defectuosas”.
Durante la visita, después de dirigir un discurso ante la Junta de Gobernadores durante la sesión de apertura, el Papa saludó a un grupo de representantes de los pueblos indígenas y dirigió un discurso de bienvenida al personal del FIDA.
Indígenas amigos de la naturaleza
Dijo a los representantes de los pueblos originarios, que ellos “con su copiosa variedad de lenguas, culturas, tradiciones, conocimientos y métodos ancestrales, se convierten para todos en una llamada de atención que pone de relieve que el hombre no es propietario de la naturaleza”.
El Papa recordó que los indígenas nos recuerdan que el hombre es “solo el gerente” de la casa común, “aquel que tiene como vocación velar por ella con esmero, para que no se pierda su biodiversidad, y el agua pueda seguir siendo sana y cristalina, el aire puro, los bosques frondosos y el suelo fértil”.
“Gracias por alzar su voz para aseverar que el respeto debido al medio ambiente ha de ser siempre salvaguardado por encima de intereses exclusivamente económicos y financieros”, sostuvo.
La persona al centro
A continuación, en el discurso que pronunció ante el Consejo de Gobernadores del FIDA, exhortó a la comunidad internacional, que elaboró la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible con 17 objetivos, a dar pasos ulteriores y ofrecer soluciones concretas y reales al problema del hambre y la miseria.
En este sentido, afirmó que el desarrollo local, significa que “cada persona y cada comunidad pueda desplegar sus propias capacidades de un modo pleno, viviendo así una vida humana digna de tal nombre”.
No dependencias
“Ayudar a desplegar esto, pero no de arriba hacia abajo, sino de con ellos y para ellos”. Por eso, argumentó, “habría que otorgar protagonismo directo a los propios afectados por la indigencia, sin considerarlos meros receptores de una ayuda que puede acabar generando dependencias”.
“Cuando un pueblo se acostumbra a depender no se desarrolla. Se trata de afirmar siempre la centralidad de la persona humana, recordando que «los nuevos procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local» (Carta enc. Laudato si’, 144), que es original siempre”.
Ciencia con conciencia
En este contexto, el Papa agradeció la aportación del FIDA, que resulta imprescindible en la erradicación de la pobreza, la lucha contra el hambre y la promoción de la soberanía alimentaria.
“Es necesario fomentar una “ciencia con conciencia” y poner la tecnología realmente al servicio de los pobres. Por otra parte, las nuevas tecnologías no deben contraponerse a las culturas locales y a los conocimientos tradicionales, sino complementarlos y actuar en sinergia con los mismos”, afirmó.
El FIDA “ha conseguido mejores resultados a través de una mayor descentralización, impulsando la cooperación sur-sur, diversificando las fuentes de financiación y los modos de actuación, promoviendo una acción basada en las evidencias y que, a la vez, genera conocimiento”.
El FIDA (IFAD la sigla en inglés) es una organización pertenecientes a las Naciones Unidas que eroga créditos blandos para favorecer proyectos agrícolas y dar mayor seguridad alimentar, mejorar la calidad de su alimentación, obtener réditos más altos y reforzar las propias capacidades de adaptarse a los cambios climáticos.