Eneida Rendón es una joven mexicana. Su trayectoria es la de una luchadora. Nació ciega, al igual que su hermano José Darío, dos años mayor que ella. A los 8 años, la niña notó que comenzaba a perder capacidad auditiva y, efectivamente, los médicos le diagnosticaron hipoacusia.
En vista de la situación, su papá decidió abandonar a la familia. Dejaba atrás a su mujer y a sus dos hijos sabiendo que estaban ciegos y sordos. María del Carmen, la mamá, se enfrentó entonces al duro reto de sacar adelante ella sola a Eneida y a José Darío. Cosía, arreglaba ropa de otros… Los medios eran escasos.
Eneida fue perdiendo el oído progresivamente hasta que en diciembre de 1997, a los 14 años, dejó de entender lo que se le decía. Pasó de sacar excelentes notas a suspender los exámenes porque no podía seguir las explicaciones de los profesores. En el colegio, el director aconsejó a la madre que su hija abandonara la vida académica y “se fuera a descansar”. Eneida se hundió: lloraba y reconoce que muchas noches llegó a pedirle a Dios que se la llevara.
Hasta entonces, la música había sido siempre una alternativa a la ceguera, un refugio para Eneida. Había aprendido a leer partituras en braille y a los 11 años pudo tomar clases con un maestro de piano. En aquella época surgió algo maravilloso: aprendió a escuchar la vibración de cada nota. Sin embargo, aquel profesor no era suficientemente paciente con la joven y un día le dijo que abandonaba su encargo: “Para ser un buen pianista se necesita oído”, le dijo culpándola de su incapacidad para seguir adelante.
Sin vista ni oído y sin maestro de música, Eneida no encuentra su lugar en el mundo. Pero la tenacidad de su madre puede más y la impulsa a seguir luchando.
Aparece una maestra vocacional
A los 18 años, la joven conoce a Edna Aguiar, quien da clases a niños sordos y ciegos con unas excelentes dotes vocacionales. Edna se compromete a darle lecciones de música si Eneida le enseña a su vez a leer partituras en braille. Entre ellas se produce un lazo de unión que pronto dará sus frutos.
El día del examen final de titulación de Edna, como prueba de su trabajo Eneida toca al piano un Minueto de Bach ante el tribunal. Es la primera vez que se enfrenta al público y hoy recuerda aquello como “un momento mágico”.
Eneida recupera la ilusión por dar la mejor versión de sí misma y por luchar para superarse cada día. Desde los 11 años se ha sometido a diversos tratamientos para la hipoacusia pero ninguno ha funcionado: ni audífonos, ni siquiera un implante en Estados Unidos para el que muchas personas habían contribuido con donativos.
Nada está perdido
Pero Eneida no pierde la esperanza. Su familia, su fe y la música son sus motores. En marzo de 2008, por internet da con un médico español que la anima a someterse a un implante coclear. Esta vez la tecnología que se le aplica es de origen austríaco: un implante MED-EL.
El 29 de octubre de ese mismo año, Eneida entra en quirófano. Intervienen el doctor y el equipo de MED-EL España. Transcurridas unas semanas, el 3 de diciembre, los médicos deciden activar el dispositivo y comprobar si funciona en esta paciente.
“Aquello fue un regalo de Navidad por adelantado”, recuerda emocionada. “Por primera vez en 11 años distinguía voces, oía pronunciar números y palabras”. Es algo que todos consideramos normal, pero aquel sistema de procesamiento de sonidos a través de electrodos que le habían instalado en el cerebro ya era parte de su organismo y le devolvía la felicidad perdida. “Un pequeño implante MED-EL me devolvió la sonrisa”.
A los pocos días, el implante MED-EL le ofrece un regalo mayor: “Una amiga me llevó a un centro comercial y fui percibiendo los distintos sonidos. Otra amiga me hizo una llamada de teléfono y de repente oí que al otro lado sonaba el Himno de la Alegría de Beethoven”. La explosión de emociones en Eneida no pudo ser más honda. “Aquello –confiesa- despertó en su interior el deseo de volver a tocar el piano y de reencontrarse con la música.
Con el implante los médicos comprobaron que Eneida puede comprender y comunicarse con el exterior perfectamente. A sus 35 años cumplidos, ha podido preparar su licenciatura de Gestión Cultural en la Universidad de Guadalajara, dar conciertos de piano y conferencias sobre la discapacidad. Su ejemplo no solo sigue conmoviendo a su país sino que ha sembrado esperanza en decenas de miles de personas.
*El 25 de febrero se celebra el Día Internacional del Implante Coclear.