Siempre se ha considerado que había algo misterioso en las tentaciones de Jesús –Dios tentado por el diablo-
Siempre se ha considerado que había algo misterioso en las tentaciones de Jesús –Dios tentado por el diablo-, pero a la vez encontramos en la Sagrada Escritura la razón misma de ello. En la Epístola de san Pablo a los Hebreos encontramos un par de textos a este propósito. Veámoslos.
El primero dice así:
Así, tenía que ser hecho en todo como sus hermanos, de modo que pueda ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso en servicio de Dios, para expiar los pecados del pueblo. Puesto que Él mismo ha sufrido y ha sido tentado, puede ayudar a quienes son tentados (2, 17-18).
El segundo abunda en la misma idea, un poco más tarde:
Pues no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado. Por tanto, acerquémonos con plena confianza al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno (4, 15-16).
Dios, al hacerse hombre, quiso hacerse igual a nosotros, en todo menos en el pecado –imposible para quien era la misma Gracia encarnada-. Y eso incluía la tentación, que, no hay que olvidarlo, no es en sí misma un pecado.
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Se entiende así que quisiera ser tentado.
Ciertamente, san Mateo señala que fue al desierto para ser tentado por el diablo (4, 1). Así como señala además –y san Lucas repite la misma expresión- que fue conducido por el Espíritu.
No creo que con ello quiera decir que fue la única finalidad de ese retiro al desierto –el idioma que se hablaba entonces tenía una flexibilidad que a veces no acabamos de entender con nuestra lógica rigurosa-, pero indudablemente lo tenía previsto y a ello fue.
¿Pero eso no es temeridad? En nosotros sí lo es, aunque no siempre. A veces el cumplimiento del deber u otras razones legítimas suponen exponerse a algunas tentaciones, pero cuando existe esa razón, no nos faltará la ayuda para hacerlas frente.
Lo que sí que es temeridad es exponerse a tentaciones sin razón alguna, bien sea por curiosidad, por orgullo o por frivolidad.
En el caso de Jesús, no había posibilidad alguna de que cayera en la tentación, por mucho que el diablo insistiera. Y el motivo lo vemos arriba. Lo que hubiera sido desconcertante es que a Jesús le “cayera de sorpresa” la presencia del diablo y su tentación.
Si de verdad es Dios además de hombre, no caben sorpresas de ese tipo: figuraba en los planes divinos, estaba más que previsto. Por eso fue conducido por el Espíritu Santo para sufrir esa prueba.
Respecto a los comentarios del lector, diría lo siguiente. En primer lugar, no sería muy propio decir que fue al desierto a encontrar más unión con Dios quien era y es Dios.
Decir que fue tentado para buscar esperanza en la tentación es legítimo solo con respecto a nuestra esperanza. Y sí, fue a enseñarnos a superar las tentaciones, y podríamos añadir, con un término bastante de moda, que a “empatizar” con nosotros. Eso, como puede verse, es lo que dice la Epístola a los Hebreos.
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