El santuario, en Briviesca (Burgos), reúne cientos de peregrinos cada año. Es un pequeño tesoro artístico con obras de Diego de Siloé, escultor de la catedral de Burgos.
La historia de Santa Casilda guarda relación con el mundo musulmán de la Edad Media, en la época en que España vivía en plena confluencia de culturas y religiones, unos tiempos en sintonía y otros en plena contienda.
Casilda era hija del rey moro Al Mamún I y había nacido en Toledo en torno al año 1050. Debido a una hipermenorrea (debilidad ocasionada por un abundante flujo menstrual), su salud era escasa.
Se cree que la madre de Casilda era cristiana y de ahí que la joven se preocupara de rezar a Dios y de ayudar a los presos cristianos con alimentos y con su ánimo. Fueron esos cristianos, precisamente, los que informaron a Casilda de que podía curar su enfermedad en los lagos de San Vicente, en Buezo (Burgos). La muchacha viajó hasta ese enclave, se curó efectivamente, y decidió quedarse a vivir en una cueva cerca de donde más tarde se construiría el actual santuario dedicado a la santa.
Panes convertidos en rosas
Casilda es protagonista de un milagro singular. Cuando llevaba alimento a los prisioneros, lo hacía a escondidas de su padre, pero al monarca le llegaron rumores y un día la sorprendió cuando iba a las celdas. Obligó a su hija a que inmediatamente le mostrara qué llevaba en el refajo y fue entonces cuando se produjo el milagro: los panes se transformaron en rosas.
La fama del milagro se extendió como la pólvora y, aunque estuvo luego muchos años en Briviesca, junto a los lagos de San Vicente, llevando vida de oración y penitencia, el pueblo la consideró santa. De hecho, en un monasterio anterior que estaba situado en el propio Buezo, alguien dejó un documento donde decía: “En esa gruta vive una mujer piadosa”. Así, a su muerte, comienzan a construir el templo en su honor, es elevada a los altares y recibe una enorme afluencia de peregrinos. El cabildo de la Catedral de Burgos compra el terreno, se le dedica entonces el santuario -que acabará de levantarse en el año 1524- y hoy se puede visitar. Todos los domingos del año se celebra la santa misa.
El visitante del santuario tiene una pequeña pero magnífica lista de imprescindibles: las obras de Diego de Siloé y la portada de Nicolás de Vergara. De Siloé es el altar mayor, de estilo barroco, que incluye la imagen de la santa, y una imagen de la Virgen que está en una hornacina.
Así, la obra de Siloé resulta que se encuentra cronológicamente entre su imponente trabajo en la catedral de Burgos y su marcha a Granada, donde trabajará como arquitecto de la Catedral.
Los techos impactan por su colorido. Son del siglo XVIII, de finales del barroco.
Día de la Taba
Cada año, el martes anterior al jueves de la Ascensión, Briviesca se convierte en un hervidero, porque se celebra el día de la Taba. Se trata de un hueso de cordero, un juego de niños pero que adquiere tintes de juego de azar por una jornada. Ese día el santuario se llena de peregrinos, al igual que con las constantes romerías durante el mes de mayo, el día de San Juan (24 de junio) o el 15 de agosto, solemnidad de Nuestra Señora de la Asunción. Y sin olvidar el día de la santa, el 9 de abril.
Dos óleos de Zurbarán
En el arte, durante el Barroco algunos artistas encontraron en Santa Casilda un motivo religioso para sus pinturas. Zurbarán le dedicó un excelente óleo que hoy se exhibe en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid. Destaca la belleza y elegancia de la santa, vestida con ropajes que ilustran el milagro de los panes convertidos en rosas.
Recientemente, en 2018, un segundo óleo de Santa Casilda también firmado por Zurbarán regresó a España. En los años 80 del siglo pasado había sido vendido a un monte de piedad en Alemania. Un empresario de origen español con negocios en Dortmund logró recuperarlo y devolverlo a España, de forma que se ha podido ver temporalmente en el Museo de Arte “Doña Pakyta” de Almería y en el de Bellas Artes de Murcia.