Exhibe artefactos raros y fascinantes que abarcan 3.500 años de historiaCuando se habla en el mundo, en todo el mundo, de las relaciones entre la ciencia y la fe cristiana, los nombres de Galileo, Copérnico y Stephen Hawking suelen esgrimirse como sinónimos de la imposibilidad de que entre ambas esferas exista algún tipo, por mínimo que sea, de cercanía.
El edificio de 40.000 metros cuadrados que alberga el Museo de la Biblia, se inauguró en noviembre de 2017 y se ubica a solo tres cuadras del Capitolio en Washington, DC.
Su objetivo es ser uno de los museos más avanzados e innovadores del mundo. Normalmente, exhibe artefactos raros y fascinantes que abarcan 3.500 años de historia, ofrece a los visitantes una experiencia personalizada de inmersión en el universo del libro más importante de todos los tiempos.
Consciente de la lejanía que mucha gente cree que existe entre ciencia y fe, el Museo de la Biblia –uno de los diez museos más importantes de la capital de Estados Unidos—buscará iluminar este debate público para una “mejor comprensión” tanto de la indagación científica como de de la interpretación bíblica.
Para realizar este cometido, el Museo usara importantes subvenciones de la Fundación John Templeton y el Fideicomiso de Religión Templeton, mediante las cuales trabajará con un panel de académicos y científicos de todo el mundo para desarrollar las exhibiciones, así como materiales educativos para el uso en el aula.
Los objetos de la colección del Museo y los artefactos prestados de otras instituciones también jugarán un papel en abrir estos misterios para los visitantes.
“De acuerdo con la intención del Museo de atender todos los estilos de aprendizaje, esta exposición no solo será informativa sino también atractiva… Esperamos que los visitantes se vayan con un aprecio más profundo por la curiosidad compartida de la humanidad en las grandes preguntas que finalmente inspiran la investigación científica y la exploración bíblica”, dijo a Catholic News Service (CNS) Ken McKenzie, presidente del Museo.
Las exposiciones se dividirán en seis secciones, cada una de las cuales se dedicará a hacer preguntas esenciales sobre el comienzo del universo, lo que lo mantiene funcionando, cómo se diferencian los humanos y los animales, de qué están hechos los humanos y si la humanidad está sola en el universo.
McKenzie le dijo a CNS que las respuestas a tales preguntas reforzarían las conversaciones sobre dos aspectos de la ciencia que a menudo se ignoran, específicamente “qué significa la ciencia para la existencia y la actividad de Dios” y qué significa la ciencia para “lo sagrado de la humanidad”.
También señaló que la decisión de tener una exhibición de este tipo surgió porque las personas están comenzando a ver la ciencia y la religión como una falsa dicotomía del pensamiento.
Hay demasiada investigación científica que no solo tiene que ver con pruebas de laboratorio sino con evidencias de la fe cristiana que, por desconocimiento o prejuicio, se anulan a la hora de entablar conversaciones que derivan casi siempre en una lucha entre racionalistas y creyentes.
Finalmente, de lo que se trata de mostrar, con juegos, experimentos, artefactos e investigaciones que la frase que Albert Einstein pronunció en 1940, durante un simposio en Nueva York sobre el tema de cómo la ciencia, la filosofía y la religión pueden sustentar y promover la democracia: “La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega”.
Con información de CNS