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Por temor a que roben el cuerpo de Jesús, refuerzan la custodia de su sepulcro

Burial of Jesus
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Esteban Pittaro - publicado el 20/04/19
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¿Cómo habría contado la prensa el día a día de Jesús en esta Semana Santa? Vive con Aleteia desde una mirada distinta los acontecimientos de estos díasThe Jerusalem Times BC, edición vespertina

La calma llegó finalmente a Jerusalén en esta Pascua, pero pocos este solemne sábado hablan de otra cosa que no sea la muerte de Jesús. El nazareno que había hecho su entrada triunfal hace menos de una semana mantuvo en vilo a la Ciudad de David durante la preparación de la Pascua, pero como informamos ayer, fue capturado y crucificado tras un juicio “exprés”.

La paz no llegó al Sanedrín, cuyos sacerdotes más influyentes pasaron de la furia por darle la muerte, a la satisfacción por verlo crucificado, y al poco tiempo, al temor por una “eventual resucitación”, tal como explicó una fuente allegada a Caifás.

Ocurre que varios recordaron que el nazareno había predicho sus males, y había anunciado, en forma elíptica, que resucitaría al tercer día. Todos conocían la historia de Jonás, y todos habían oído a aquel que durante el efímero juicio evocó de la reconstrucción del templo destruido en tres días. ¿hablaba de sí mismo? Algunos decían que a sus propios discípulos les había explicitado que el Hijo del Hombre (hablando de sí mismo) moriría como moriría y resucitaría al tercer día.

Esta versión nos fue confirmada por Mateo, uno de los 12 de Jesús, quien se encontraba aún asustado por lo ocurrido ayer. Mateo se encontraba escondido con otros discípulos, asustado, temiendo pasar por lo mismo que su Maestro el día anterior.

Cuando lo interrogamos por este temor de los fariseos pareció recuperar algo de semblante, y expresó su voluntad de reunirse con el resto de sus compañeros para ir al encuentro de María, la Madre de Jesús. Sabía que de los 12 el único que se había quedado con ella era Juan.

María fue vista caminar por la ciudad, pese a lo ocurrido con su hijo. La acompañaban Juan y otras mujeres, entre ellas las madres de otros de los apóstoles e incluso una mujer adúltera, a la que Jesús había salvado del escarmiento hace algunas semanas.

La templanza de María en el dolor terminó por convencer a los sacerdotes que fueron a ver a Poncio Pilatos para pedirle protección para el sepulcro. El temor de ellos no era tanto que Jesús resucitase, sino más bien que los aliados de Jesús puedan robar su cuerpo y hacer creer que resucitó. El Prefecto, visiblemente cansado del asunto, prestó sus hombres y los puso a las órdenes del deseo de los sacerdotes.

Uno de los generales de Pilatos confirmó el enojo en el Palacio contra el Sanedrín y declaró: “Hipócritas e insensatos. Nada quieren hacer los sábados, pero no tuvieron ningún inconveniente a venir hoy y ‘ensuciarse’, tal como creen. Para colmo, nos piden destinar recursos a una tumba temiendo por unos inofensivos pescadores hoy guiados por una mujer ya entrada en edad”.

La preocupación de los sacerdotes tiene que ver también con que uno de los suyos, Nicodemo, fue visto acompañando la sepultura de Jesús. Sabían que era de los que mejor relación había trabado con él, pero su aparente paso a los seguidores del difunto líder los preocupa. “Nos conoce demasiado”, indicó un allegado a Caifás.

Por eso, ni bien contaron con los hombres de Pilatos fueron hasta el sepulcro del Nazareno, verificaron que esté su cuerpo, reforzaron la protección en la entrada para que nadie pueda moverla y dieron las órdenes a los custodios. Cuando quisimos acercarnos se nos prohibió hacerlo, ni siquiera mostrando la credencial periodística. “Órdenes del Prefecto”, se nos dijo. Sí se nos permitió desde unos metros verificar la entrada el sepulcro, visiblemente sellada, impenetrable.

¿Judas ahorcado?

La Oficina de Orden Público informó que hallaron en un campo que había sido recientemente comprado al nuevo propietario ahorcado en él, con sus entrañas dispersas. Se trataría, según indicaron, de Judas Iscariote, aquel que había llevado a los sacerdotes hasta Jesús.

Reconstruyendo sus últimas horas, supimos que había merodeado el Palacio de Caifás cuando Jesús estaba allí. Buscaba devolver lo que habría sido el pago por entregar a su Maestro. Con ese dinero habría comprado este campo. La evidencia daría cuenta de un suicidio.

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