La palabra cuenta poco, se hace una cosa y lo contrario al mismo tiempo, se miente, ¿dónde están la coherencia y la fidelidad?Me parece que puedo cambiar de opinión rápidamente. Lo que pienso hoy tal vez mañana no lo pienso. Lo que hoy digo a lo mejor mañana ya no lo digo. Prometo hacer ciertas cosas. Y todas mis promesas caen en saco roto.
Quiero ser fiel a mi palabra dada. Coherente con mis hechos. Fiel en lo pequeño. Y me veo desdiciéndome continuamente.
No sé qué tiene el tiempo de hoy que hace que todo sea más frágil. La palabra cuenta poco. Los hechos no son contundentes. Hago una cosa y la contraria al mismo tiempo.
Me da miedo entregarme a lo conocido. Y al mismo tiempo me doy por entero en lo que no conozco. Estoy dispuesto a emprender aventuras que duran sólo un día. Y me da miedo comenzar caminos que sean eternos.
Quizás por eso la traición no me es tan ajena. Digo creer en alguien y estar dispuesto a amarlo hasta el extremo. Pero más tarde, en medio de las prisas y de los miedos, niego haber amado o haber creído.
La traición se convierte entonces en moneda de cambio. Traiciono y me traicionan. No hago bien las cosas y no las hacen bien conmigo. Miento y me mienten.
Y me veo envuelto en un carrusel de traiciones continuadas. No perdonadas. No redimidas. Confundido en mis deseos ocultos y mis deseos manifiestos. En mis palabras dichas y mis silencios guardados.
Me siento como Judas vendiendo a Jesús por treinta monedas. Me veo como Pedro negando conocer a Jesús en la noche por culpa de ese miedo que sube por la garganta.
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¿Cómo poder ser fiel sin traicionar mis deseos? ¿Cómo poder seguir caminando sin traicionar mi palabra? ¿Cómo traicionar y poder perdonar y ser perdonado?
Judas no logró ver la mirada de Jesús llena de misericordia. Pedro tuvo la suerte de ser mirado en la oscuridad de las negaciones.
Quizás yo debería mirar más, perdonando más. Tal vez debería buscar más una mirada que me perdone.
Soy traicionado y traiciono. Todo se confunde en un amasijo de sentimientos confusos. En los que deseo ser más de lo que soy. Más hombre, más fiel, más humano, más de Dios.
Deja en mi alma la traición un sabor amargo. Porque no he logrado llegar hasta el final del camino. O ser fiel en medio de la tormenta. Cuando tiemblan las piernas al sentir el agua debajo de los pies. Y todo se confunde.
Traición borrada
La traición queda borrada con Jesús caminando con sus manos llagadas, con su costado abierto, con la voz en sus labios. Ese Jesús que vuelve después de haber muerto. Ese Jesús que vive después de la traición.
Me conmueve recibir el perdón después de todas mis traiciones. De todas las veces en las que me siento débil y confuso.
Soy frágil. Quiero coger en mis manos ese afán sagrado por levantar la mirada después de cada caída. Quiero resucitar en mi deseo de dar la vida, aunque me cueste hacerlo.
Quiero morir un poco para morir del todo a todos esos deseos confusos que me hacen traidor en medio de mis batallas.
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¿Por qué mentimos?
¿Por qué no logro ser fiel a mis promesas? ¿Por qué no puedo luchar por aquello en lo que creo? ¿Por qué no dar la vida por aquellas personas a las que he dicho amar para siempre?
¿Por qué no voy a poder mantener mi palabra en medio de la confusión de la tormenta? ¿Por qué no voy a mirar más alto, más lejos, más dentro de las personas cuando les digo que sí que quiero seguir adelante?
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Oración para ser Fiel en el amor
Miro a Jesús resucitado que me habla de tanta esperanza que dejo atrás mis miedos y mis traiciones. Me levanto erguido medio muerto, medio vivo. Para aspirar a soñar con la vida eterna.
Con una vida eterna sin traiciones ni miedos. Con una vida eterna sin silencios guardados, sin palabras desdichas.
Tengo ese deseo profundo de ser fiel hasta el extremo. Mirando a Jesús en medio de los clavos y la lanza. En su corona de espinas. En sus últimas palabras.
Y me lleno de esperanza al abrazar su herida. Al recibir su mirada. Al sentir que me dice que me quiere con locura.
Y encontrarlo de nuevo cuando lo creía perdido. Y sentirlo de nuevo cuando se había ido de mi vida. Y abrazar cansado sus espaldas firmes. Que sostienen mis miedos Y todas mis traiciones.
Desde mi carne herida acaricio una esperanza nueva que me promete una fidelidad eterna. Y siento que mi muerte cobra vida.
Y sonrío y tiemblo. Y sostengo de pronto entre mis manos frías ese corazón caliente de Jesús entregado. Y sé que para siempre me ama con locura.