Como un niño cariñoso, corre hacia tu madre espiritual y escóndete debajo de su manto para tu bienestar y protecciónMientras colgaba de la cruz, Jesús le dijo a Juan el Apóstol (así como a todos nosotros): “He aquí tu madre” (Juan 19,27). Esta no era simplemente una manera dulce de que Jesús cuidara a su anciana madre, sino una declaración audaz de que todos estamos llamados a compartir a María como nuestra verdadera madre espiritual.
La Santísima Madre puede no estar físicamente presente en esta tierra, pero ella permanece al lado de su hijo, Jesús, y escucha atentamente los gritos del mundo.
A causa de esta posición celestial, ella puede hacer sentir su presencia en cualquier lugar de la tierra y puede consolarnos en nuestros dolores y regocijarse con nosotros en nuestras alegrías.
Muchos santos a lo largo de los siglos han instado a los cristianos a ver a María como una madre espiritual a la que podemos acudir en nuestros momentos de necesidad.
Una imagen útil es imaginarnos a nosotros mismos corriendo como un niño pequeño y arrojando nuestras cabezas en el regazo de la Santísima Madre. Una vez allí, la Virgen María acariciará nuestro cabello y nos cubrirá con su suave y cálido manto, asegurándonos que todo estará bien.
Aquí hay una breve oración que puede ayudar a interiorizar esta imagen y a llamar a María como una madre que está lista para ayudarnos, sin importar lo que suceda.
Te amo, la señora más amable.
Por el amor que te tengo,
prometo siempre servirte,
y hacer todo lo que pueda
para que también seas amada por los demás.
Pongo todas mis esperanzas en ti,
toda mi salvación…
Recíbeme como tu siervo
y cúbreme con el manto de tu protección,
Tú, Madre de misericordia.
Amén.