Oímos a menudo hablar de tolerancia y empleamos ese término. Lo identificamos con un valor que consiste en aceptar al otro y eso nos ayuda en la convivencia. Pero la tolerancia tiene unas connotaciones especiales:
Tolerancia se refiere a la acción y efecto de tolerar. "Se basa en el respeto hacia lo otro o lo que es diferente de lo propio, y puede manifestarse como un acto de indulgencia ante algo que no se quiere o no se puede impedir, o como el hecho de soportar o aguantar a alguien o algo", se lee en el agregador www.significados.com.
Cuando hablamos de tolerancia, puede que mostremos aceptación de las ideas o las acciones de otra persona, pero lo hacemos dejando claro que hay algo en él que no nos gusta o que seguimos oponiéndonos a eso en nuestro fuero interno. Es una tolerancia de lo políticamente correcto que tiene sus raíces en Voltaire y, llevada a últimas instancias, aprueba que todo sea tolerable excepto la religión de la Iglesia católica.
Por ejemplo, se tolera un claxon fuerte porque la ley no lo impide, pero disgusta. O toleramos a la nuera porque nuestro hijo decidió casarse con ella y no hay más remedio que recibirla en casa.
Sin embargo, en el fondo quedan resquicios contra aquello que toleramos. No nos queda otro remedio, por obligación, por ley o por condicionamientos sociales.
Respeto, una palabra que gusta al Papa Francisco
Sin embargo, el respeto es algo superior. Cuando alguien respeta las ideas de otra persona, es capaz de dar la vida por que esa persona pueda tenerlas y pueda manifestar su libertad.
Respeto significa, según la Real Academia, "consideración, acompañada de cierta sumisión, con que se trata a una persona o una cosa por alguna cualidad, situación o circunstancia que las determina y que lleva a acatar lo que dice o establece o a no causarle ofensa o perjuicio". Y, en una segunda acepción, "consideración de que algo es digno y debe ser tolerado".
Dar el salto de la tolerancia al respeto es importante porque supone una consideración diferente de quien tenemos delante. Ya no se trata de un vocabulario pegado a lo "políticamente correcto", como es el uso de "tolerar", sino de aceptar de fondo la existencia de otra persona que no comparte nuestras ideas.
Ese respeto, no impide, en cambio, diferenciar entre la verdad y lo falso.
Así, respetaremos a las personas siempre, pero en el plano de las ideas y viviendo un diálogo respetuoso, dejaremos claro qué cosa es verdadera y lucharemos, en cambio, para evitar que se difunda una falsedad. No hay que tolerar el mal en ninguna de sus formas: mentira, falsedad, corrupción...
Esa lucha hay que entenderla como un acompañamiento a las personas para que adquieran un conocimiento verdadero y una caridad que nos lleva a querer el bien de la otra persona. Así, ayudamos a salir del error.
Pero volviendo a la tolerancia: acompañar implica amar la libertad de la otra persona. Nuestro papel consiste en ayudar a que viva la libertad auténtica, enfocada al bien. Si no, la suya será una libertad mal vivida.
El Papa Francisco hizo un apunte muy claro sobre esta diferencia entre tolerancia y respeto el día 7 de mayo de 2019, a su regreso del viaje apostólico que realizó a Bulgaria y Macedonia del Norte. En el avión, ante el grupo de periodistas que le acompañaban, dijo:
"De Macedonia me ha tocado una frase que me dijo el presidente: 'Aquí no hay tolerancia de religiones, hay respeto'. Se respeta. Y esto hoy en un mundo donde el respeto falta tanto. El respeto a los derechos humanos, el respeto a tantas cosas que faltan, el respeto a los niños, a los ancianos. Que la mística de un país sea el respeto, esto toca. Me ha hecho bien".