El jefe de los bomberos que salvaron Notre-Dame de París ha confesado un secreto: en la dimensión de la superación se encuentran la motivación y la unidad que dominan las situaciones de crisis“¡Han salvado Notre-Dame de París!”. La emoción en Francia era palpable en esa noche del 15 al 16 de abril, noche de lucha y de incertidumbre, noche en la que todos veíamos, incrédulos, la catedral de Notre-Dame siendo víctima de un incendio devastador. Frente a las llamas, varios centenares de bomberos luchaban hombro con hombro, con inteligencia y determinación, hasta por fin salvaguardar la estructura esencial.
El suceso es demasiado importante como para no hacernos preguntas. Por este motivo, me gustaría comentar aquí las palabras de un actor clave en esta victoria, para aplicarlas al trabajo en situaciones de crisis.
Algo que nos supera
El general Jean-Claude Gallet coordinó el trabajo de los bomberos en el incendio de Notre-Dame. Según él, existe “un espíritu” de la catedral de Notre-Dame “que empezó en el momento de su construcción, esa capacidad para trabajar juntos por algo que nos supera”. Todos, “bomberos, personal de Cruz Roja, policías, personal de urgencias del SAMU, protección civil, arquitectos, religiosos, todos estábamos unidos en torno a algo que nos superaba”.
El general insiste en esta dimensión de superación que creó una unidad superior. Y es una precisión justa: hay momentos en los que se hace imperativo seguir un camino, entender cuál es el sentido. Es cierto en el caso de un monumento emblemático, pero también dentro de una organización profesional.
Lo que una crisis despierta en nosotros
Cuando una organización profesional se reduce a sus procesos, cuando se concentra solamente en sus medios y métodos para obtener los resultados esperados, corre el riesgo de olvidar su razón de ser. Al olvidar su razón de ser, pierde su energía. Una cosa es lograr beneficios y otra es saber cuál es el auténtico servicio que ofrece nuestra actividad profesional.
La crisis termina por revelar precisamente las motivaciones profundas de cada uno: algunos bomberos arriesgaron su vida para salvar las torres de Notre-Dame, otros se apresuraron a encargarse de los desprendimientos de plomo incandescente para salvar el Tesoro. En el momento en que uno se enfrenta a una crisis tiene que responder a una pregunta: en mi oficio, ¿qué es lo que tiene importancia de verdad para mí?
El sentido del trabajo de los bomberos
¿Los bomberos salvaron unas cuantas piedras? Materialmente, sí. ¿Salvaron una joya del patrimonio francés? También, pero cada uno de ellos sabe que el reconocimiento unánime del que son objeto deriva de otra cosa: Notre-Dame es un cuasi-sujeto —una expresión de Mikel Dufrenne—, no es un objeto puro, una mera construcción humana.
Por su origen y su historia, por su belleza y su relevancia, integra un no sé qué irreductible que participa del alma de Francia. Los cristianos acuden a rezar en ella, los turistas a visitarla, es el tesoro de los parisinos, todos se reconocen en ella, la aprecian, la contemplan, sienten orgullo de ella.
El sentido del trabajo para nosotros
Imaginemos estas palabas aplicadas a nuestra actividad profesional: todos se reconocen en ella, la aprecian, la observan con estima, se sienten orgullosos. ¿No es eso lo que sucede cuando la dimensión de un sentido mayor inspira nuestro trabajo? ¿Acaso no es así cuando sentimos que nuestra actividad se integra en algo que nos supera, que está por encima de nosotros?
La industria farmacéutica salva vidas, los abogados defienden la ley, el maestro enseña a los niños, el informático aumenta el rendimiento de la actividad de sus clientes, el artista conmueve… Cada una de sus acciones supera la utilidad vista como inmediata, enriquecen la vida de las personas, la hacen más hermosa y más fácil. ¡Todo cambia cuando tomamos consciencia de estar sirviendo a un objetivo que nos supera!