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La beata Guadalupe y yo

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Dolors Massot - publicado el 19/05/19
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En la ceremonia de beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, el público se fijó en una ancianita muy especial: conoció y trató a la beata. Sorprende que en una ceremonia de beatificación, encuentres a gente que ha convivido con la persona a quien la Iglesia eleva a los altares, gente que puede decir -lo mismo que el Papa Francisco nos señala- que estuvo con un “santo de la puerta de al lado”. Eso ocurrió en el Palacio de Vistalegre, en la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, química y del Opus Dei.

Entre los 11.000 asistentes, allá en la segunda fila se encontraba una señora mayor algo curvada a la que nadie habría prestado más atención si no fuera por que vestía un chaleco rojo parchís. Otras señoras también llevaban ese chaleco y en él se veía un simpático bordado con un cactus, un sombrero mexicano y la leyenda “Beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri”.

Pero ella, a poco que uno se fijara, en la espalda tenía una fotografía impresa a tamaño folio de la beata Guadalupe con dos amigas, jóvenes las tres y sonrientes. Una foto de los años 50 en blanco y negro. Y, como escrito con rotulador a mano, una flecha que señalaba: “ESTA SOY YO !!”. Eso despertó el interés de gente de más de 60 países, sobre todo de jóvenes que le pedían una selfi.

Pero, ¿quién es entonces esa mujer? Nada menos que Ana María del Carmen Ruiz, uno de los testimonios vivos de cómo era Guadalupe. Ana María del Carmen tiene 88 años y relata que conoció a Guadalupe en Ciudad de México, donde se había abierto una residencia de estudiantes.

“Guadalupe fue una de las tres primeras mujeres que comenzó la labor apostólica del Opus Dei en México. Llegó en 1950 y enseguida pusieron en marcha una residencia de estudiantes universitarias en la capital, Ciudad de México (entonces México D.F.).

¿Cómo la conoció?

“Yo buscaba alojamiento en la capital y mi familia tuvo noticia de esa residencia, que se llamaba Copenhague, como la calle donde estaba situada. Sin embargo, parecía que en mi casa me habían preparado otros planes, así que solamente íbamos a saludar a aquellas chicas de la Obra y decir que finalmente yo no iría”.

Llegaron a la residencia Copenhague y les atendió Guadalupe Ortiz de Landázuri. Se sentaron, comenzaron a charlar, y la vivacidad, la alegría y la elegancia con que Guadalupe les trató hicieron que el padre de Ana María del Carmen cambiara radicalmente de parecer: “Mi hija se queda”, dijo.

“Guadalupe tenía entonces poco más de 35 años pero sabía transmitir con encanto ese espíritu de mujer cristiana llena de fe que resulta tan atrayente”, dice.

Ana María del Carmen tenía entonces 18 años. Tuvo oportunidad de conocer más a fondo el Opus Dei y descubrió su vocación, la misma que Guadalupe. La foto donde aparece con ella es una muestra del clima de confianza y alegría que se vivía entre las personas de la Obra recién llegadas al país y las chicas mexicanas que se interesaban por aquella forma laical de encarnar la vida cristiana.

La labor apostólica con mujeres mexicanas

En la beatificación, otras cinco mujeres mexicanas que estuvieron presentes ayer conocieron la Obra a través de Guadalupe y algunas habían convivido con ella en los 6 años que estuvo en el país: Basi Bautista, Lucía Chaves, Boris Ayala, Albert Sánchez y Menchu Oteiza. Era el equipo del chaleco rojo, que fue despertando la curiosidad del público a lo largo de la jornada.

A la salida, más peticiones de selfi y grupos que se acercan a Ana María del Carmen y le cuentan que se encomiendan a Guadalupe. Esta anciana se lo toma con alegría, pese al cansancio de un día en que ha tenido que andar mucho más de lo que le recomienda el médico habitualmente. Sin embargo, le consuela “la suerte” de celebrar que aquella mujer con quien compartía risas, amistad y trabajo, ahora está “en el cielo intercediendo por nosotros. Y que es cierto aquello que tantas veces me dijo: ‘Vale la pena’“.

Ya saliendo del palacio de Vistalegre a pasitos cortos y con ayuda de una joven que le acompaña, un grupo de nigerianas les piden foto de grupo. Se nota que en los cuatro puntos cardinales de la tierra la Iglesia respira al mismo compás y que, como dijo un asistente ayer, “la mejor red social es la comunión de los santos”. Importante: teniendo en cuenta la vocación universal de Guadalupe y que era química, la recaudación de fondos de la beatificación, según se ha decidido en el Opus Dei, irá destinada a 200 becas para que estudiantes africanas puedan hacer carrera científica.

Pensando en los demás

Llega el autocar y el equipo de México, con Ana María del Carmen y sus “chalecos rojos”, se despiden. Un minuto antes, una de las mujeres de la Obra que recibió formación de labios de Guadalupe Ortiz de Landázuri se me acerca y me deja en la mano un bolsita de elaboración casera: “Es para que coma algo. Son semillas de nuestra tierra: de girasol y de calabaza; cacahuates y arándanos“.

Le ha dado tiempo a darse cuenta de que es muy tarde y yo no he almorzado todavía. Otra me da una barrita de cereales. Así que yo, que soy la española, acabo recibiendo atención, en pleno madrileño barrio de Carabanchel, de parte de unas señoras que llevan 9.000 kilómetros y harán otros 9.000 para regresar a su país. Antes otra me ha dado unas estampas de la Virgen de Guadalupe y otra cuatro medallitas de la Virgen. No me extraña que con solo seis años de estar en tierras mexicanas esta gente le robara el corazón a la ya beata. Si llegamos a estar algo más de tiempo, me meten en el equipaje.

Ahora entiendo muchas de sus frases:

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