¿Cómo lograr que nuestros hijos sepan salir del Yo para poder crecer sanos, independientes y felices?
Vivimos en la era del “selfie”, de las opiniones únicas en twitter, de la autenticidad como fin supremo, del éxito a través de los “likes”. Nuestra era está infestada de actitudes que promueven el yo como el centro de la existencia, y, sin querer, nuestras conductas como padres fortalecen estas tendencias.
Hoy en día las familias se han convertido en sistemas niño-céntricos. Atrás quedaron aquellas épocas en las que a los niños les tocaba acompañar a los padres a planes y actividades de adultos, o en las que nunca un partido de futbol de un niño podría ser más importante que cualquier actividad social de los padres. Antes los niños formaban parte de la familia, ahora son el centro de ella.
Esto no quiere decir que estemos haciendo todo mal: la visión familiar moderna es mucho mas integrada porque incluye a la figura paterna, y la proliferación de planes y actividades en familia con los niños en ente también ha logrado un sistema familiar más cohesionado.
Sin embargo, todos estos cambios han generado en los niños la actitud del “entitlement” (merecimiento). Desde pequeños creen que merecen toda esa atención, y que sería injusto no recibirla. Nos encontramos entonces con niños que están sobreprotegidos, elogiados en demasía y que tienen más cosas materiales de las que necesitan. Esto se traduce en actitudes desafiantes, y que tienden a ser problemáticas en situaciones en las que no son el centro de atención (escuela, y mas adelante universidad o ámbito laboral).
Muchos de estos niños crecen sin tener la capacidad de poder funcionar independientemente, y aunque pueden ser muy buenos estudiantes o deportistas, son personas que necesitan constantemente la atención y ayuda de los que se encuentran alrededor para funcionar en sociedad.
¿Cómo combatir entonces esta epidemia en nuestros hogares? ¿Cómo lograr que nuestros hijos sepan salir del Yo para poder crecer sanos, independientes y felices?
En primer lugar, debemos convertir nuestra familia en un sistema jerárquico en el que los hijos no sean la autoridad. Esto significa enseñarlos a obedecer, a mostrar respeto por sus mayores y a aprender que hay momentos en los que no van a ser el centro de atención.
Otra técnica para escapar de la epidemia es enseñarlos a lidiar con la frustración: saber recuperarse de un fracaso o superar los obstáculos sin que los padres intervengamos son capacidades esenciales para poder entender que no todo en esta vida es merecido, que hay muchas cosas que hay que ganarse con esfuerzo y trabajo duro, y aún con todo eso a veces los objetivos no se logran, y no pasa nada.
Para huir de esta epidemia debemos situarlos en la vida real: enseñarles el verdadero valor de las cosas, quitar la importancia de los “likes” y ponerla en las relaciones de amistad verdaderas. Hay que lograr sacarlos de esta cultura que propone sus opiniones como las mas importantes y que no acepta otros puntos de vista. Esto se logra alejándolos un poco de las redes, invitándolos a ponerse en los zapatos de los demás y acercándolos a otras realidades con menos privilegios que los que ellos tienen.
Por último, debemos dejar de hacer las cosas por ellos: debemos dejar de pelear sus batallas, no recordarles a cada rato lo que tienen que hacer, dejar que asuman las consecuencias de sus malas decisiones. Sólo permitiéndoles que se hagan cargo de sus propias vidas podremos enseñarles que son capaces, que son fuertes y que pueden crecer… y sobre todo que siempre estaremos allí para apoyarlos.