Su compromiso por la dignidad de los obreros ha alcanzado dimensiones extraordinariasNacida hace 105 años, el 26 de mayo de 1914, suelen llamarla la Madre Teresa del Brasil, pero no necesita que la comparen. María Rita Lopes Pontes, fallecida el 13 de marzo de 1992, más conocida por su nombre religioso, Dulce, será canonizada por el papa Francisco.
Fruto del decreto firmado días pasados, será la segunda religiosa brasileña en ser proclamada santa después de santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, aunque ésta no nació en el país sudamericano.
Contemporánea de la Madre Teresa de Calcuta y Juan Pablo II, a los que conoció, tan evidente y contundente es su fama de santidad y las virtudes heroicas vividas, así como las gracias y los milagros probados concedidos gracias a su intercesión, que se encuentra con ellos dos entre los santos con canonizaciones más rápidas de la historia.
Mientras que Juan Pablo II fue canonizado 9 años después de su muerte, la Madre Teresa lo fue a los 19, y la Hermana Dulce lo será a los 27.
Testigo de la Misericordia, como fue reconocida durante la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia en la que fue elegida como modelo americano, su canonización está siendo reconocida no sólo por la prensa católica y generalista de su país, sino también por algunos portales comunistas en general alejados de la Iglesia.
Es que su compromiso por la dignidad de los obreros en la década del 30 la llevó a fundar distintas obras para su beneficio y el de sus familias.
Pero antes, ya de adolescente, mostraba una conmovedora entrega con los más vulnerables, y en el sótano de casa recibía niños y ancianos a los que alimentaba, vestía, curaba y aliviaba.
A los 18 años, luego de recibir el diploma de la escuela magisterial, ingresó en la Congregación de las Misioneras de la Inmaculada Concepción y asumió el nombre con el que pasaría a encarnar el gran testimonio de caridad del Brasil en el siglo XX: Dulce. Así se llamaba su madre, que falleció cuando la religiosa tenía apenas seis años.
Tras unos meses en San Pablo, dedicó sus primeros años de vida religiosa al apostolado social en Salvador de Bahía, su ciudad natal.
Es conocida la anécdota de la ocasión que reacondicionó un gallinero adjunto a la casa de su Congregación para recibir y cuidar 70 enfermos. Nacía así una de las más maravillosas obras de caridad en la historia de Sudamérica, las Obras Sociales Hermana Dulce.
Aquel gallinero en Salvador es hoy un complejo gratuito de más de 900 camas en el que se trata tanto niños con cáncer como personas que sufren adicciones, se reciben ancianos y discapacitados, entre muchísimas obras de bien.
¿Cómo lo hizo, y cómo se mantiene esta obra? “El amor supera todos los obstáculos, todos los sacrificios”, creía la hermana Dulce.
En 1979, ya reconocida en el Brasil por su maravillosa obra a la que se sentían atraídos para colaborar artistas y distintas figuras públicas, pudo conocer a la Madre Teresa de Calcuta. Al año siguiente, a Juan Pablo II. Los tres marcaron a fuego el siglo XX dejando un legado más allá de la Iglesia.
En 1984 sor Dulce fundó las Hijas de María Siervas de los Pobres, para perpetuar el espíritu de su obra, reconocido a finales de esa década con una candidatura al premio Nobel.
Su fallecimiento, en 1992, a los 77 años, conmovió al Brasil. Sor Dulce, Irma Dulce, el Ángel bueno de Bahía, fue despedida por kilómetros de personas que se congregaron para el funeral. Su fama de santidad, desde entonces, trascendió fronteras. Su obra, permaneció de pie y sigue creciendo.
