Volvamos al origen del tenis, que no es otro que el juego de la palma, inventado por los monjes, con el que se dice que se entretenían después de largas horas de oración y de trabajo manualAunque los hombres han jugado a juegos de pelota desde la antigüedad, parece que fue durante la Edad Media cuando se inventó el tenis, originado en la invención del juego de la palma. A partir del siglo XI, según la tradición, los monjes del Reino de Francia, que buscaban combatir la ociosidad durante su tiempo libre, comenzaron a jugar con pelotas arrugadas en los claustros o casas capitulares. Solían instalar una cuerda (todavía no una red) para delimitar los dos campos.
Pronto, canónigos, sacerdotes e incluso obispos se habrían entregado a este emocionante juego. Incluso se dice que se quitaban los hábitos talares para que no obstaculizarab sus movimientos.
El juego pronto atravesó los muros de los monasterios y tuvo un gran éxito, primero en Francia, luego en Inglaterra. Se llama el juego de la palma (jeu de paume), ya que consistía en golpear la pelota con la palma de la mano. Durante el Renacimiento se desarrolló aún más, cuando apareció la raqueta (un término de origen árabe que se refiere a la palma de la mano) con un mango largo y una cuerda hecha de tripa de oveja, en reemplazo de guantes, manoplas y bastones de madera.
Este antepasado del juego de tenis fue el que le dio el nombre por el que lo conocemos hoy: cuando se jugaba la palma, el que sacaba solía anunciar su golpe al oponente gritando “Tenez!” (“¡Ten!”). En francés antiguo, el imperativo del verbo sostener se pronunciaba “Tenèts!“. Cuando los ingleses tomaron prestado el juego de tenis y su terminología, escuchaban “Tenèts!”, “Tenis”, y por lo tanto adoptaron el nombre.
Por lo tanto, todos los entusiastas del tenis pueden agradecer a estos monjes ingeniosos, quienes, sin saberlo, finalmente han legado una herencia que no es solo espiritual.