Baptisterio de San Giovanni in Fonte (Nápoles) Dentro de la majestuosa Catedral de Nápoles (Italia) dedicada a la Asunción de María, se encuentra a mano derecha una pequeña basílica que fue construida por encargo de Constantino en el siglo IV. Es considerada la primera y más antigua basílica paleocristiana de Nápoles, y en un principio estuvo dedicada al Salvador.
Pero hoy no vamos a hablar de esta importantísima basílica, sino de la importante joya cristiana que posee a la derecha de su ábside: el Baptisterio di San Giovanni in Fonte (San Juan en Fuente). Está considerado el baptisterio más antiguo de Occidente.
Imagínense entrar en la catedral, dirigirse a la basílica que, aunque en su origen era paleocristiana, con sus sucesivas reestructuraciones ha acabado convirtiéndose en una joya de estilo barroco, y de allí pasar a los restos de este baptisterio del siglo IV. Es como pasar, en unos minutos, siglos y siglos de arte cristiano y de la vida, cultura y tradiciones, como si viajáramos en una máquina del tiempo.
El baptisterio consta de dos ambientes desiguales: la propia sala bautismal, con un plano más ancho y cuadrado, y un pórtico rectangular, abovedado, separado de la sala por cuatro columnas. Este pórtico se construyó para conectar el Baptisterio de San Giovanni in Fonte con la Basílica de Santa Restituta.
Mirando hacia arriba, una pequeña y bella cúpula forma el techo de la sala bautismal. En el centro se encuentra la fuente bautismal circular: hecha de opus signinum (una mezcla impermeable de materiales de construcción reciclados), tiene un diámetro de 2 metros y un poco más de 60 centímetros de profundidad. Un agujero deja salir el agua. Al carecer de cualquier estructura hidráulica, se deduce que el agua se vertía en ella con recipientes, de acuerdo con las costumbres litúrgicas.
Las ricas escenas del techo, que “hablan” contando varias escenas de la Biblia, resistieron en gran parte el paso de los siglos, las guerras y los terremotos. La bóveda del Baptisterio de San Giovanni in Fonte se convierte en la escena perfecta para la historia, con ocho segmentos trapezoidales delimitados por bandas de oro. Cada segmento representa dos escenas evangélicas.
En el centro un cielo azul cubierto de estrellas doradas se alza una cruz monogramática, símbolo de la victoria eterna de Cristo con las letras griegas alfa y omega (Dios es el principio y el fin). La cruz está coronada por la mano del Padre Eterno, que sostiene una corona de laurel. A la altura de la mano, en una pequeña elevación, un fénix (la resurrección).
En las cuatros esquinas, se pueden ver representaciones simbólicas de los evangelistas, y más arriba, escenas pastorales con referencias a temas de los Salmos.
Sin duda, ver este baptisterio es casi evocar en vivo las costumbres de los primeros cristianos en Occidente. No te pierdas la preciosa galería de fotos que te presentamos a continuación: