Tras la gran celebración del centenario de la coronación de su patrona en 2019, ahora, en 2020, la Virgen de Chiquinquirá abraza al país sudamericano en medio de la pandemia Aunque el papa Pio X decretó el 9 de enero de 1910 la solemne coronación de la Virgen María del Rosario —más conocida como Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá— la ceremonia solo se pudo efectuar nueve años después en Bogotá y no en la pequeña población en donde el prodigioso lienzo se había renovado 333 años atrás.
Según narra el fraile Luis Francisco Sastoque en su libro Historia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, fueron varias las causas para semejante demora. La primera fue la decisión de los frailes dominicos —guardianes del cuadro— de llevar en peregrinación a diversas regiones la ‘Virgen peregrina’, una réplica de la imagen original, “para dar a conocer la buena noticia de la coronación y preparar espiritualmente a los colombianos”. Otras razones para el retraso fueron los actos de violencia suscitados en algunas regiones en los que, incluso, la réplica “fue atacada sacrílegamente a machete”.
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También en Chiquinquirá hubo brotes de violencia en 1918 cuando la población se enteró que el lienzo iba a ser trasladado a Bogotá. Políticos, comerciantes y algunos devotos se opusieron a la decisión del obispo de Tunja, Eduardo Maldonado Calvo, asaltaron el templo y quisieron apoderarse del cuadro con el argumento de que, si se llevaba a Bogotá, la Virgen nunca regresaría. Como consecuencia, la parroquia fue sancionada eclesiásticamente, pero a los pocos meses se reabrió para permitir el viaje de María a la capital colombiana.
Una causa adicional de la retardada coronación fue la determinación de Maldonado Calvo de programar la ceremonia en los días previos a la conmemoración del primer centenario de la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1919. Así ocurrió porque a finales de junio de ese año, la Virgen salió de su pueblo escoltada por una guardia de honor del Ejército Nacional y centenares de católicos que hicieron el recorrido a pie hasta Bogotá.
En la capital, con la presencia del presidente poeta Marco Fidel Suárez, el Gobierno Nacional en pleno y otros altos dignatarios del Estado, María del Rosario fue aclamada por millares de peregrinos congregados frente a la catedral primada, en la histórica plaza de Bolívar. Allí, el 9 de julio de 1919 se leyó el decreto pontificio en el que Pío X ordenó que “la imagen de la Virgen María del Rosario con el Niño Dios, llamada vulgarmente Virgen de Chiquinquirá”, fuera coronada en solemne ceremonia y se le impusiera una “brillante corona de oro”.
El relato del padre Sastoque recuerda que luego de la imposición de las lujosas coronas y las aureolas al Niño y a María, el obispo de Tunja exigió a los frailes dominicos, bajo la gravedad del juramento canónico, que “nunca permitieran que la Virgen y Jesús fueran despojados de esas prendas sagradas y simbólicas”. Además, cuenta que otro obispo pidió públicamente declarar a la Virgen de Chiquinquirá como reina y patrona de Colombia y que enseguida los asistentes acogieron la propuesta con emocionadas expresiones como “¡Viva la Virgen de Chiquinquirá!”, “¡Viva la reina de Colombia!”, “¡Viva la república mariana!”.
Otras crónicas señalan que además del repique de campanas de todas las iglesias bogotanas y una salva de artillería, un coro entonó un estribillo que pronto se volvió popular: “Reina de Colombia / por siempre serás / es prenda tu nombre / de júbilo y de paz”. Desde ese día la Iglesia colombiana ha celebrado esta festividad de manera ininterrumpida y con mucha pompa.
Un siglo después, el centenario
Dos novedades se destacaron en 2019 dentro de la programación organizada por los frailes guardianes de Chiquinquirá. Una, el descenso del lienzo de la Virgen desde su camarín que permitió que los peregrinos la pudieran admirar de cerca. Dos, la apertura pública de la basílica 24 horas, durante los cuatro días que duró celebración por el centenario, del 6 al 9 de julio, un hecho inédito en los 400 años de historia de la imagen.
Fray Carlos Mario Alzate, rector de la basílica, había explicado en aquella oportunidad que esta fiesta del centenario iba a tener una gran participación popular. En un encuentro con los periodistas recalcó que no se quería “un evento clerical ni un acontecimiento meramente espiritual —que de por sí son muy importantes— sino una fiesta que logre concentrar a toda la ciudadanía en general”. Para el padre Alzate también era fundamental tener en cuenta que el mensaje central de la celebración era “la renovación espiritual de todos los colombianos”.
Por esa razón, el lienzo original fue llevado en procesión por los calles de la ciudad y homenajeado con miles de luces que fueron encendidas por los peregrinos. También se realizaron maratónicas jornadas de oración y reflexión tanto en la basílica, en otras iglesias y en la plaza principal del pueblo.
La ciudad también se había preparado para recibir a miles de turistas y fieles provenientes de todas las regiones colombianas y de países como Ecuador, Perú, Venezuela, Panamá y Estados Unidos. Las calles fueron refaccionadas, se mejoraron los espacios públicos, se modernizó el alumbrado público y los trabajadores de hoteles, restaurantes y otros negocios fueron capacitados para atender adecuadamente a los visitantes.
Un siglo después, más un año
Pero en 2020, cuando se cumplen los 101 años de aquella curiosa coronación, la pandemia del coronavirus llegó para distorsionar la gran fiesta que e tenía prevista. Es por ello que, desde el santuario, se ha previsto tener que “reinventar” todo. Entre otras cosas, además de la transmisión a través de plataformas virtuales del santuario, el objetivo es rezar y abrazar a las víctimas del COVID-19 de la mano de la Virgen.
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Actualizado julio 2020