Se cumplen las tres décadas del estreno de una película que inspiró y continúa inspirando a miles de jóvenes adultos. Dirigida por el australiano Peter Weir, El club de los poetas muertos es un raro ejemplo de enseñanzas en valores y aprendizaje vital
Estos días se cumple el treinta aniversario de El club de los poetas muertos. Y ese mismo año El club de los poetas muertos estuvo nominada al Oscar a mejor película el premio se lo llevó Paseando a Miss Daisy. Hoy estamos hablando de la primera y de la segunda casi nadie se acuerda. El año que El club de los poetas muertos estuvo nominada al Oscar al mejor director, el premio se lo llevó Oliver Stone por Nacido el cuatro de julio. Hoy estamos hablando de la película que dirigió Peter Weir y no del film de Stone, que siendo una buena película, se sitúa muy lejos de la brillantez y las enseñanzas morales, éticas y vitales de El club de los poetas muertos.
Todos los que hemos visto El club de los poetas hemos deseado alguna vez tropezarnos alguna vez con un profesor como John Keating. Interpretado por un Robin Williams en estado de gracia, contra todo pronóstico el film de Weir nos ha dejado con una lección que nadie se esperaba. La realidad no tiene nada que ver con la ficción. Williams era un actor tan bueno que nos hizo creer que era un tipo inspirado, divertido, ocurrente y sobre todo, con un optimismo vital envidiable.
John Keating pensaba que “a pesar de lo que les digan, la palabra y las ideas pueden cambiar el mundo”. Y para poder cambiar el mundo y poder tener ideas revolucionarias hacía falta poder soñar y para esto hacía falta ir en contra de lo estipulado. Y para esto era necesario valentía, osadía pero también, y esto es importante, prudencia. Como afirmaba Keating, “hay un momento para el valor y otro para la prudencia. El que es inteligente, sabe distinguirlos”.
En cualquier caso, los que siempre quisimos tropezarnos con un John Keating en las aulas tendremos con conformarnos con ver la película de Peter Weir una y otra vez. Esto, o desplazarnos a la Universidad de Connecticut donde imparte clase Samuel Pickering, el profesor real que inspiró a Tom Schulman, guionista de El club de los poetas muertos. Y debe de ser realmente el referente de John Keating porque el personaje que interpretó Robin Williams nunca se habría aprovechado del éxito de un film que lo hubiera utilizado como referencia real y Picking hizo precisamente esto. Schulman, que fue alumno suyo, lo admitió públicamente y de hecho, trasladó a la pantalla algunos momentos tal cual los experimentó en el aula.
Después de estar buscando durante treinta años a John Keating resulta que no había que mirar hacía Robin Williams, porque su nombre era otro, Samuel Pickering.