En un par de aeropuertos de Estados Unidos, los concejos municipales que los operan habían prohibido la instalación en su área de comida rápida a restaurantes de la cadena de bocadillos de pollo Chick-fil-A.¿La razón del impedimento? Que la cadena posee un legado de comportamiento anti-LGBT y que le da por ayudar a organizaciones cristianas.
En marzo pasado, el Concejo Municipal de San Antonio, en el Estado de Texas, emitió una orden para impedir que el restaurante se estableciera en el área de comidas del remodelado aeropuerto internacional de esta ciudad.
“Todos tienen un lugar aquí, y todos deben sentirse bienvenidos cuando caminan por nuestro aeropuerto”, dijo el concejal de la ciudad de San Antonio, Roberto Treviño, a los medios de comunicación después de la votación de 6-4 del Consejo para evitar que la cadena abriera una tienda en la terminal aérea.
Nivel de desprecio
Ante ello, el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, ha promulgado un proyecto de ley que defiende la libertad religiosa y cuyo nombre popular tiene que ver, directamente, con la decisión del Consejo Municipal de San Antonio: “Salvar a Chick-fil-A”
Ante ello, el presidente de la Liga Católica para los Derechos Religiosos y Civiles de Estados Unidos, Bill Donohue, comentó en el portal de la misma Liga que el hecho de que esta ley fuera incluso necesaria “demuestra el nivel de desprecio entre los activistas radicales por la tolerancia religiosa y la libertad de expresión”.
El “legado de comportamiento anti-LGBT de la cadena alimentaria” que adujo el Concejo Municipal de San Antonio viene desde el año 2012, cuando el presidente de Chick-fil-A, Dan Cathy, dijo que la compañía apoyaba “la definición bíblica de la unidad familiar”.
Sin embargo, también está el hecho de que la familia Cathy ayuda a organizaciones benéficas como el Ejército de Salvación.
“Eso es todo. No se alegó discriminación alguna contra empleados o clientes. Cathy acaba de tener la temeridad imperdonable de tener puntos de vista que a los extremistas LGBT no les gustan; Y peor aún, para expresar sus puntos de vista; Y lo peor de todo, contribuir a organizaciones que estén de acuerdo con sus puntos de vista”, escribe Donohue.
Fanatismo anti-religioso
Desde entonces los grupos LGBT han atacado a la compañía de comida rápida, con nulos resultados: Chick-fil-A es, actualmente, la tercera cadena de restaurantes más grande de Estados Unidos, solamente detrás de McDonald´s y Starbucks, con 10.460 millones de dólares de ventas anuales.
“Claramente, el pueblo estadounidense no tiene tolerancia con las tácticas de mano dura de los radicales LGBTQ. Tampoco, afortunadamente, lo hacen las personas de Texas y su gobierno estatal”, subraya en su columna Donohue.
Y remarca: “En junio, el fiscal general de Texas, Ken Paxton, condenó con razón al Concejo Municipal de San Antonio por ‘el fanatismo religioso que animó su decisión’. Ahora el gobernador Abbot y la legislatura de Texas han rectificado esta injusticia. Hay que felicitarlos”.
*Con información de Catholic League for Religious and Civil Rights*