Este año, las celebraciones llevan como lema “Con María, un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo” El 31 de julio se celebró a Nuestra Señora de Huachana, en Santiago del Estero, Argentina, y decenas de miles de romeros procedentes de todo el país y países limítrofes se adentraron en el monte hasta su santuario, a 60 kilómetros de Campo Gallo. ¿Cómo es que una advocación mariana nace en el medio del aparentemente impenetrable campo?
No. Google Maps no se equivoca al mostrar en su imagen satelital al señalar que para llegar hasta este santuario hay que penetrar la maleza hasta llegar a una gran aplanada árida en la que con esfuerzo de devotos se ha venido construyendo un santuario que cada julio recibe a decenas de miles de familias. Que hay apenas algunos recónditos pueblos en los alrededores, y poco más. Este templo aparentemente solitario sobrevive a los vientos y lluvias que puedan aquejar en la soledad de la geografía como esperando cada año esta fiesta. No es posible llegar hasta Nuestra Señora de Huachana sin ser peregrino. Y sin fe de que verdaderamente allí está Nuestra Señora.
Esa fe no estuvo en la familia de Telésfora Verón, una niña de 1820 que cuenta la tradición veía a la Virgen adentro en el Monte, pero que al relatar las visiones a su familia, una y otra vez, era tratada de loca. Nadie le creía en el pueblo, hasta que abandonó su hogar. La actitud movilizó a que su hermano y vecinos vayan hasta el lugar donde ella expresaba ver las apariciones y allí, para combatir el frío de la noche, encendieron una gran fogata. Antes del amanecer, la Virgen María, con el esplendor que lo hacía con Telésfora, se apareció ante el incrédulo grupo. Y al desaparecer el fuego, apareció la imagen que el hermano de Telésfora llevó hasta el hogar de la familia, donde empezó la devoción a Nuestra Señora de Huachana.
Otra versión habla de que la niña, cuya familia había sido echada de un pueblo por la proclamación de Telésfora, veía a la Virgen sobre un árbol de churqui que el comisario, ofuscado con ella, habría quemado. Y al quemarlo, habría quedado la imagen. De cualquier manera, y tras un tiempo de la imagen en Salta, la devoción ha ido creciendo hasta ser hoy una de las más importantes del norte argentino.
Este año, las celebraciones llevan como lema “Con María, un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo”, evocando la frase del beato Oscar Angelelli que el Papa Francisco incluyó en la exhortación Evangelii Gaudium.
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Conmueve la devoción del devoto que arrastra sus rodillas en el polvo; las piernas agotadas de la madre contemplada por su hijo aprendiendo de su esfuerzo lo que es el amor a la virgen; el testimonio de la devota que llegó desde Buenos Aires tras pedirle ayuda, sin conocerla, en la operación de la vista; el esfuerzo de la madre y la abuela para alzar al niño ya entrado en edad y no tan niño para que pueda besar el vidrio que protege a la Madre de Dios; los abuelos seguidos de los jóvenes adultos en la cola, todos devotos, todos pidiendo y agradeciendo; la pasión de los cantantes que animan a toda hora y los peregrinos con violín cual San Francisco Solano; las referencias a otras advocaciones marianas en particular a Nuestra Señora del Valle, patrona del noroeste argentino de cuyo hallazgo se cumplen 400 años; el zapateo del infante junto a la Virgen animando la vigilia; las misas, los bautismos, y las confesiones al aire libre seguidas de inmensas filas… conmueve el santo pueblo fiel, conmueve la Iglesia, que late fuerte en el recóndito monte santiagueño para honrar a la Madre de Dios en la advocación de Nuestra Señora de Huachana.
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