La culpabilidad es un sentimiento paralizante que no mueve a soluciones. Hay que enfrentarla con una actitud más constructiva
Imagina que vas caminando por la calle y de repente tropiezas con una piedra que no has visto por el camino. Al levantarte, te das cuenta de que tienes una herida en la rodilla y te preocupas. ¿Dirías que es tu culpa haberte hecho la herida?
La culpabilidad es un estado afectivo en el que la persona entra en conflicto consigo misma por haber hecho algo que cree no debió haber hecho o, por el contrario, por dejar de hacer algo que creía que debía haber hecho. Muchas veces, este sentimiento no tiene base real, porque realmente los hechos que despiertan esa emoción no dependen de nosotros. Otras veces sí dependen de nosotros, pero la emoción desmesurada engrandece en nuestra mente los hechos y sus consecuencias.
Siguiendo con el ejemplo de la piedra, al ponerte de pie podrías empezar a machacarte con pensamientos de todo tipo: “soy un torpe”, “siempre me pasa lo mismo”, “por qué a mí”, etc. Este tipo de pensamientos son paralizantes, y no te mueven a una solución. En psicología, la culpabilidad es considerada una emoción inútil, dado que no produce movimiento sino parálisis.
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Las emociones provocan un movimiento en nosotros: la alegría te lleva a celebrar, la tristeza a refugiarte, el miedo a protegerte, la rabia a defenderte… Sin embargo, la culpa te encierra en ti mismo y te paraliza profundamente, llegando a hacerte creer que nada de lo que hagas tendrá sentido.
Resulta mucho más constructivo para las personas enfocar las situaciones desde la responsabilidad. La palabra “responsabilidad” tiene la misma raíz que la palabra “respuesta”, es decir, que ser responsable significa dar respuesta a los asuntos que tenemos pendientes. Una persona que tiene una sana autoestima, que es realmente humilde y madura, no se dejará llevar por la culpabilidad, sino que enfrentará sus equivocaciones con responsabilidad.
En nuestro ejemplo, si te haces una herida al caer, conviene que tomes la responsabilidad con pensamientos de este estilo: “no he elegido hacerme esta herida, pero elijo curarla y cuidármela para que no se infecte. Me hago responsable de ella (respondo ante esta situación), sin sentirme culpable por haberme caído. Todos nos tropezamos alguna vez”.
De la misma forma, tenemos que plantearnos si hay situaciones de nuestra vida en las que estamos asumiendo una responsabilidad que no nos corresponde (es decir, si estamos dando una respuesta a los asuntos pendientes de otros).
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Si te estás sintiendo culpable de todo lo que sucede, y no sabes cómo desbloquearte:
- Toma conciencia sobre lo que te ha sucedido. Escríbelo, analízalo con calma, no para machacarte, sino para dar a la cosas la importancia que tienen.
- Revisa si es tan grave como lo pintas en tu mente o si, por el contrario, no es para tanto.
- Si tienes responsabilidad en aquello que te hace sentir culpable, toma las acciones que te ayuden a dar una respuesta a esos asuntos: pedir perdón, reparar un daño, terminar una tarea pendiente, cumplir una promesa que hiciste, etc.
- Si no puedes hacer nada para remediar aquello que te hace sentir culpable, perdónate y acepta que los seres humanos nos confundimos muchas veces. Trátate con respeto por dentro y no te des mensajes negativos. Repítete por dentro: “aunque esto lo hice mal, todavía puedo hacer muchas cosas buenas por los demás y por mí mismo”.
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