Para combatir la adicción al sexo, primero de todo reconocerla
Las adicciones comúnmente más conocidas son el alcohol, el cigarro, drogas… Sin embargo, emerge hoy en día como descomunal fantasma, una adicción que suele pasar inadvertida, hasta que desborda a la persona con fuertes actitudes obsesivas, que la afectan en los diferentes roles en que se desenvuelve: escuela, trabajo, deporte, matrimonio.
Como en toda adicción, aparecen en quien la padece actitudes y patrones negativos que manifiestan su grave trastorno. Algunas de ellas son:
- El autoengaño, al considerar que el suyo no es un verdadero problema y lo puede superar cuando se decida y sin ayuda.
- Deshonestidad al desintegrarse en su unidad cuerpo, espíritu y mente, sin considerar sus actos en toda su malicia.
- Distorsión de la realidad al obtener gratificaciones contra natura y peligrosas.
- Ilusión de control creyendo que puede guardar el equilibrio y ser funcional.
- Pensamientos confusos al tener viciada la inteligencia y la voluntad.
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Existen cada vez más historias en la que los puntos anteriores resultan muy identificables en el diálogo con un adicto, aun cuando se encuentren padeciendo muchas dificultades y sufrimiento.
Esta es una de ellas:
Los padres del adolescente, advertidos de su errática conducta y pésimo desempeño académico, se decidieron a buscar una posible respuesta en su habitación y pertenencias. Encontraron ciertas evidencias preocupantes de su sexualidad desintegrada, por lo que se dispusieron solicitar ayuda especializada.
En el consultorio, en la primera entrevista, el joven se expresaba con una mala percepción de su realidad, en cuanto a la ayuda solicitada por sus padres.
—La verdad, pienso —dijo en un reprimido tono de voz— que mi “afición al sexo” es solo un rasgo de mi personalidad, lo que pasa es que he echado un poco de flojera en la escuela, y eso es lo que más que nada les preocupa a mis padres.
— ¿Qué me dices del reporte escolar?
—Es verdad, me he sentado en las últimas filas para abrir páginas pornográficas sin importar que estuviese en clase; al principio lo hacía nerviosamente, hasta que llegó un momento en que aparentaba muy bien estar concentrado en el estudio, y tranquilamente las cerraba cuando alguien se presentaba requiriendo interactuar conmigo.
Se lo explico así, para que entienda que es algo que tengo bajo control, aunque no faltó quien me delatara.
— Y tu conciencia… ¿qué te dice?
— Que no es algo tan malo. Además, todo mundo lo hace.
— ¿Todo el mundo? —¿Cómo explicas el que todos tus maestros coinciden en que, de haber sido un estudiante de alto rendimiento, ahora ya no eres capaz de procesar información en aspectos operativos de tu responsabilidad académica, y que es un hecho que tu percepción de las cosas, memoria, comprensión y capacidad para resolver problemas, manifiestan un acentuado déficit? Además, en el reporte se encuentran anexadas las calificaciones que lo confirman.
— ¡Ah, eso! ¡Vaya, pues que me puedo recuperar! Conozco mis capacidades.
—No lo dudo, pero tienes que reconocer que si no cambias tus actitudes tendrá que ser en otra escuela, pues además de tu indisciplina moral, estás por exceder el número de materias reprobadas.
Siendo así… ¿no consideras necesario reconocer que tienes un problema y admitir ayuda?
— No, no me convence, no necesito ayuda, pues sé bien que tengo el control. Además, soy el ofendido, pues mis padres no han respetado el derecho a mi intimidad, y esperan que lo pase por alto reconociendo que estoy enfermo.
Sin más se retiró.
Meses después el joven regresó.
Lo habían dado de baja de la escuela y sus padres le retiraron el apoyo económico exigiéndole trabajar para hacerse responsable de su vida.
Con sus limitados ingresos, y sin tiempo para divagar por estar laborando a tiempo completo, el joven había adquirido la capacidad de introspección suficiente para admitir como un hecho real, el padecer dos formas de adicción:
Adicción sexual pasiva que suele desarrollarse más temprano y que incluye fantasías, masturbación, pensamientos sexuales obsesivos, pornografía en privado, etcétera.
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Adicción sexual activa aún de mayor malicia que incluye pornografía activa, comunicaciones indecentes por las redes sociales, y promiscuidad sexual con graves riesgos.
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Ya no desea mantener oculto su problema, pues ha comenzado a adquirir sensibilidad sobre la necesidad de recuperar la salud mental, su espiritualidad y conciencia moral, admitiendo que está sufriendo y exponiendo absurdamente su proyecto de vida, al no contar con el apoyo de sus padres.
Tiempo después de la terapia ha ingresado a una modesta escuela y va recuperando su nivel normal de aprovechamiento. Ha vuelto a sonreír y se le observa una progresiva conquista de una sana autoestima.
También ha admitido ayuda espiritual, por la que comienza a ser consciente de que Dios es capaz de devolver a su alma su libertad interior y su blancura original.
La causa inmediata de la adicción al sexo es una pérdida de identidad por la que se desarrollan carencias en el plano físico, emocional, intelectual y espiritual, que, convertidas en heridas y traumas, el adicto pretende sobrellevar dolorosamente y con grave riesgo, cuando en realidad puede ser curado.
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