Chile tiene dos santos: Teresa de los Andes y el Padre Alberto Hurtado S.J, quien falleció el 18 de agosto de 1952. Este jesuita es considerado el patrono de los trabajadores de Chile y en medio de un barrio popular bullicioso de la capital se encuentra su santuario, un espacio que te invita a conocer su vida y a encontrarte con Dios.
Hay que manejar una media hora aproximadamente desde el centro de Santiago para llegar hasta allí (también se le puede llegar en transporte público). El edificio tiene un tono ladrillo vibrante y un gran letrero en la entrada principal que te da una cálida e inequívoca bienvenida.
No has dado ni tres pasos y te encuentras con una gran cruz de madera en el piso. Aunque la zona es todo menos tranquila, es impresionante la calma que se siente y la paz que se respira ya en este punto (y lo grande que es todo el complejo, que no pareciera desde afuera).
A mano derecha, se encuentra el primer lugar a visitar: la Capilla de las Bienaventuranzas. Antiguamente se llamaba “Capilla del Perdón” y fue la primera tumba del Padre Hurtado desde que falleció hasta 1995, que fue cuando terminó la construcción del santuario actual. Siendo Papa, Juan Pablo II rezó allí en 1987, un momento que se encuentra inmortalizado en la parte de atrás de la capilla con una foto que está justo al lado de la pila de agua bendita.
Arrodillarse donde lo hizo el Pontífice, por supuesto, es emocionante. Es una capilla pequeña pero muy acogedora. Además, hay una reliquia de la falange del dedo índice de la mano izquierda de Hurtado que se tomó cuando fue traslado a su nuevo lugar de descanso.
Sencillez
Al salir, un largo sendero rodeado de naturaleza y frases del santo chileno (que como verán en las fotos, los árboles hacen que la luz atraviese de una manera casi angelical) te conducen hacia su tumba. Es un edificio de forma circular rodeado de agua y con el sonido de las aves como banda sonora.
Al atravesar la puerta, crees que estás en una capilla, pero enseguida te das cuenta que lo que parece un altar es realmente el féretro donde descansan sus restos. Una hermana que se encuentra en el lugar me dice entre susurros que en la base de su tumba hay una caja que contiene tierra de distintas partes de Chile para simbolizar la unión del país alrededor de la figura de este padre santo.
A un costado de la tumba está la Capilla de San Ignacio, la cual es aún más sencilla que la de las Bienaventuranzas, muy acorde con la simplicidad que el padre profesaba según la orden de la Compañía de Jesús, siempre abogando por los menos afortunados.
De allí puedes caminar hasta el Memorial de la Solidaridad y el Museo del Padre Hurtado. Está justo al lado de una gran explanada vegetal que tiene tres enormes cruces intervenidas por artistas. En los altavoces se puede escuchar música sacra y hay pequeños rincones vegetales que fueron habilitados también como oratorios.
El museo
Para quienes no conozcan mucho de su vida, este museo ofrece un excelente resumen. Lo primero que verás es su icónica camioneta verde del año 1946 (a veces no está porque, con mucho esfuerzo, se mantiene en funcionamiento y a veces es prestada a instituciones), la misma que él conducía por todo Chile recogiendo a niños, ancianos y todo aquel que necesitara un plato de comida o un techo donde dormir, llevándolos a las hospederías del Hogar de Cristo.
El museo está “dividido” en las diversas facetas de su vida y las llaman “dimensiones”. La primera es la “Dimensión Humana”, donde se habla de su nacimiento, su familia, su entorno y su vocación temprana a Dios. Se exponen varios de sus objetos personales, como su pasaporte, su maleta sacramental, fotografías y más.
Luego está la “Dimensión Cristiana”, donde se cuenta cómo fue su ingreso a la Compañía de Jesús y su formación como sacerdote. Podrás ver algunas de sus estolas y objetos propios de los ritos litúrgicos y sacramentales que él usaba. La siguiente es la “Dimensión Social”. San Alberto Hurtado siempre se preguntaba: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” y en esta sala están expuestos varios de sus escritos reflexionando sobre la realidad social chilena de la época. Asimismo, se cuenta cómo fue la creación del Hogar de Cristo en 1944, la Asociación Sindical Chilena en 1950 y la fundación de la Revista Mensaje.
Su dormitorio
Por último, está la “Dimensión Universal”, donde se puede apreciar cómo fue y se vivió su proceso hacia la santidad… desde los documentos entregados a la Causa hasta testimonios y los informes de los dos milagros que permitieron su Beatificación en 1994 y luego su Canonización en el 2005.
Finalizado este recorrido, te encuentras con una réplica exacta de su dormitorio cuando vivió en la residencia de los jesuitas de Alonso de Ovalle. Algunas de las pertenencias más cercanas que dejó en esa habitación se encuentran exhibidas allí.
Al salir del museo, se puede ver otro edificio con estética urbana de color rojo. Son salones que facilitan algunas de las labores sociales de los voluntarios del santuario, como por ejemplo, clases de español para inmigrantes haitianos.
Si bien es cierto que la orden jesuita atraviesa actualmente por un delicado momento en Chile, este espacio te conecta con los valores de San Ignacio, la buena obra social de San Alberto Hurtado y es un lugar de encuentro entre tú y Dios.
Para los católicos chilenos, agosto es el mes de la solidaridad justamente por el santoral del Padre Hurtado. Particularmente este año, desde su fundación, se hace una invitación a no sólo ayudar al otro, sino también a aprender a decir “gracias”, una palabra “que deja huella en el mundo, que salva distancias y diferencias, conecta y crea vínculos y comunidad”.